El transbordador espacial Atlantis, el único superviviente de una histórica generación de vehículos tripulados, iniciará hoy su última misión sin que esté lista, ni siquiera perfilada, la nave que en un futuro debería devolver a Estados Unidos la abrumadora hegemonía que ahora se dispone a perder. Durante al menos seis años, quizá ocho, la única manera de volar al espacio será emplear las incombustibles cápsulas Soyuz, de fabricación rusa, y acudir al cosmódromo de Baikonur, en Kazajstán, que evidentemente no tiene el glamur del Cabo Cañaveral. Aunque la NASA confirmó ayer que la misión del Atlantis partirá hoy a las 16.26, hora española, las previsiones meteorológicas no son nada halagüeñas por lluvias y tormentas.

La NASA ya estuvo seis años sin transportar astronautas al espacio tras concluir el legendario programa

Apollo, de 1975 a 1981, pero en aquella ocasión la espera estaba muy justificada: se trataba de planificar y construir una nave que revolucionara de nuevo el mundo de la astronáutica. Los transbordadores o lanzaderas space --shuttle en inglés-- iban a ser vehículos reutilizables (aterrizan como un avión), amplios (siete personas a bordo) y con capacidad para colocar en órbita satélites pesados. El objetivo era construir cuatro (luego fueron cinco). Y así fue.

SIN NOTICIAS DE ORION Sin embargo, en esta ocasión, en el año 2011, no hay planes alternativos porque Barack Obama, nada más llegar a la presidencia de EEUU, decidió clausurar por problemas presupuestarios el programa Constellation y su nave Orion-Altair. Todo lo que queda de aquello es el MPCV, un proyecto de cápsula que no tiene financiación clara, y que además necesitaría un gran cohete lanzador, SLS, también sin fondos para su desarrollo. Las opciones más claras proceden ahora del sector privado.

Los transbordadores se jubilan oficialmente porque una investigación puesta en marcha a raíz de la tragedia del Columbia, en enero del 2003, determinó que mantenerlos con unos aceptables niveles de seguridad requería una inversión inasumible. La razón de fondo es que las naves se han quedado obsoletas porque fueron diseñadas con tecnología de los años 70 y con unos objetivos propios de aquella época.

No se ha acabado la exploración espacial, pero sí quizá los tiempos en que "la NASA diseñaba una nave y encargaba su construcción al sector privado", resume José Mariano López Urdiales, fundador de Zero2Infinity, empresa con sede en Barcelona que prepara el lanzamiento de vuelos espaciales con globos aerostáticos. "Las próximas naves en EEUU las diseñarán y fabricarán empresas pensando en la NASA como un gran cliente, pero no como el único cliente", prosigue López Urdiales.

CEDER EL TESTIGO En cualquier caso, la NASA mantendrá un papel capital en todo el proceso, añade Gloria García-Cuadrado, directora de Barcelona Aeronáutica y del Espacio (Baie), la asociación que agrupa a las empresas catalanas del sector. "Lo que la NASA está haciendo es reorientar parte de su presupuesto para apoyar justamente iniciativas privadas que permitan mantener la llama de la exploración. Está cediendo el testigo para empujar a la industria". De hecho, algunas de las empresas han surgido a partir de ingenieros de la propia agencia espacial.

Entre las principales iniciativas destacan las encabezadas por las empresas Space X, con sus cohetes Falcon y su nave Dragon, diseñada para volar a la Estación Espacial Internacional (ISS); Boeing y su cápsula CST-100, que recuerda a las Apollo de los años 60, y más recientemente Blue Origin, que impulsa el creador de Amazon.com, Jeff Bezos. Uno de los objetivos es obviamente el turismo espacial con vuelos suborbitales, como los que tiene previsto iniciar en breve la empresa Virgin Galactic, del magnate Richard Branson.

Claro está que el cambio de estrategia no tiene por qué ser negativo. Según el jefe de la NASA, Charles Bolden, la nueva política permitirá abordar proyectos como viajar a Marte, la Luna o un asteroide que ahora apenas disponían de presupuesto. "La NASA se centrará en misiones de exploración del Universo --considera García-Cuadrado--. La investigación no se frenará".

Obama insistió ayer en que la NASA debe concentrarse en investigaciones que permitan al hombre ir más allá en el espacio. "Empecemos a pensar cuál es el próximo horizonte, cuál la próxima frontera", dijo en una declaración que daba ánimos a todos aquellos que ven el fin de una época. Para empezar, en noviembre se enviará una nueva sonda con destino a Marte equipada con un ambicioso robot llamado Curiosity.

JUBILACIÓN Los transbordadores se jubilan después de 30 años de actividad plagada de éxitos y tras haber hecho de sus misiones un acontecimiento casi cotidiano, pero lo cierto es que en sus inicios de 1972, cuando el presidente Nixon puso en marcha el programa, el objetivo era convertir los vuelos espaciales en una actividad accesible para el gran público. Algo que no se ha logrado. Y la ciencia que se efectúa en los transbordadores, otro de los grandes motivos que los justificó, podría haberse realizado a precio más razonable si se hubiera optado por naves más sencillas sin tripulación. Con robots.

De hecho, la principal función del space shuttle a lo largo de su historia ha sido la de mercante, sofisticado mercante, para transportar y poner en órbita enormes satélites científicos como Magallanes, Galileo, Ulises y especialmente Hubble, que han permitido ahondar en el conocimiento del Universo. Y más recientemente para cargar los módulos de la ISS, el mayor proyecto científico de la historia, un mecano gigante que escruta la Tierra desde 400 kilómetros de altura. El programa ha costado la friolera de 200.000 millones de euros.