A sangre y fuego. Así relevó ayer el Ejército de EEUU a los soldados españoles, que iniciaron la retirada de Irak y abandonaron por completo su base Al Andalus junto a Nayaf.

Al comienzo del debate sobre ese tema en el Congreso de los Diputados, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, anunció que ya no quedaba en aquel país ni uno solo de los miembros de la Brigada Plus Ultra 2, y que para el 27 de mayo todas las tropas españolas habrán salido del territorio iraquí. Pero la satisfacción que para muchos trajo esa declaración quedó empañada poco después, al conocerse el cruento saldo de muertos de las primeras horas de operación militar estadounidense en la ciudad santa shií: según los portavoces del Ejército, "64 combatientes" iraquís perecieron antes del amanecer, 57 de ellos alcanzados por el fuego graneado de helicópteros y de un avión artillado AC-130.

La versión de la cadena de televisión árabe Al Jazira aseguró que la mayoría de las víctimas eran civiles, y esa emisión tuvo una respuesta sin precedentes desde Washington: el secretario de Estado, Colin Powell, advirtió al ministro de Exteriores qatarí, Hamad bin Jasin, que las informaciones de esa TV "interfieren" en las relaciones entre EEUU y Qatar.

Lluvia de fuego en Faluya

Pero no sólo fue sangrienta la jornada en Nayaf, tras el relevo de los 200 militares españoles destacados allí por otros tantos soldados estadounidenses, sino que las fuerzas ocupantes de EEUU desencadenaron también una lluvia de fuego sobre la sitiada ciudad de Faluya. Bastión de la resistencia suní en la que más de 600 iraquís habían ya perecido antes en las acciones bélicas de represalia por la mutilación de los cadáveres de cuatro agentes de seguridad norteamericanos contratados por la agencia de mercenarios Blackwater.

Al caer la noche, aviones y tanques de EEUU lanzaron duros bombardeos contra los aproximadamente 2.000 insurgentes atrincherados en Faluya --al parecer, apoyados por unos 200 islamistas extranjeros relacionados con Al Qaeda--, y a última hora se libraban encarnizados combates en los aledaños de la castigada urbe de 300.000 habitantes, muchos de los cuales han huido de la batalla.

Tan evidente es la situación de guerra abierta en los dos grandes frentes iraquís, que el presidente de Bulgaria, Georgi Parvanov, ha exigido que los 450 soldados de su contingente en Irak sean trasladados lejos de la ciudad santa shií de Kerbala, después de que el convoy del jefe del Estado búlgaro fuera atacado el domingo cuando fue a visitarlos.

Tras la retirada española, todo indica que "la división multinacional polaca está disgregándose poco a poco", estimó ayer a Reuters el analista de Defensa de la Universidad de Lancaster, Tim Ripley. "Algunos de los otros países integrantes están ya retirándose, o sopesando hacerlo, o han demostrado ser militarmente ineficaces", agregó el experto. "Y es cada vez más obvio que los mandos militares británicos están muy preocupados de lo que puedan hacer los norteamericanos".

Doctrina de combate

Otros especialistas comparten esa misma preocupación, como Ellie Goldsworthy, jefe de Estudios Militares del Royal United Services Institute, quien advierte de que el Pentágono ha inflamado la situación en Irak al lanzar grandes ataques de castigo porque, a diferencia de los estrategas británicos, "está encorsetado por su propia doctrina, que es una doctrina meramente de combate".

Al mismo tiempo, el propio Powell confirmó ayer que el tan anunciado traspaso de poderes a los iraquís del próximo 30 de junio será prácticamente una farsa, ya que obtendrán una soberanía simbólica: el Ejecutivo será designado (por EEUU) y no elegido; carecerá de poder para elaborar leyes; no podrá modificar las normas y decretos dictados por la coalición, y no tendrá autoridad sobre las fuerzas ocupantes.

Pese a todo esto, el líder del PP, Mariano Rajoy, crispó ayer el debate en el Congreso, al acusar a Zapatero de "engañar" y de dar alas al terrorismo. Sin embargo, el PP acabó impidiendo la votación parlamentaria que tanto había reclamado durante la semana pasada sobre la retirada de las tropas españolas de Irak.

Al menos, no pretendió que las acciones de las fuerzas ocupantes fueran puramente "humanitarias", como insistía José María Aznar.