El Real Zaragoza ya divisa la orilla, que está en Getafe, la tierra prometida para este equipo que bajó a los infiernos y que, cuando nadie lo esperaba, resucitó gracias a la fe y al trabajo de Manolo Jiménez y llevado en volandas por una afición, de nuevo vital y conmovedora en su aliento. Quedó demostrado con el lleno en la valiosa y sufrida victoria ante el Racing, la cuarta seguida en casa, tres de ellas en seis días que han colocado al Zaragoza a un paso de salvarse. Divisa el Coliseum en el mejor de los escenarios que imaginaba. Depende de sí mismo y no tiene que mirar a nadie. Si gana se salva, porque el Rayo-Granada de la última jornada así lo posibilita. Y punto. Como sucedió el año pasado en el Ciudad de Valencia, donde 11.000 almas acompañaron esa victoria. En Getafe el próximo domingo (20.00 h.) pueden ser las mismas o más. El Coliseum azulón tiene que ser blanquillo. Un milagro así lo merece.

De momento, la victoria ante un Getafe que no se juega nada es el pasaporte para la mayor reacción que ha visto la historia de la Liga. Nadie, léanlo bien, nadie ha remontado 12 puntos para salvarse. Y el Zaragoza está a un paso de lograrlo. De hecho, estaba a esa distancia de la permanencia cuando en La Rosaleda en la jornada 25 Jiménez sintió vergüenza. A partir de ahí ha escrito una remontada espectacular, que incluyó 6 victorias en casa en 8 partidos. Se ha merecido de pleno llegar vivo a la última jornada y el premio es que la afronta dependiendo de sí mismo. Con la victoria estará salvado. Hasta lo podría hacer empatando siempre que el Rayo pierda con el Granada. O empate y el Villarreal caiga con el Atlético. En esa triple igualada a 41 quien se va al hoyo es el Rayo Vallecano.

Fue una jornada perfecta, la noche soñada, no solo por el triunfo zaragocista, lleno de nervios y agonía hasta que Lafita acertó con el gol que suponía el 2-1. Incluso el Racing se adelantó en un partido que estuvo repleto de tensión y donde el Zaragoza acusó el cansancio. Perdió el Rayo, cayó el Villarreal y también el Granada, una derrota que desató la ira de Quique Pina, presidente del club andaluz, que volvió a señalar a Agapito Iglesias y a insinuar que el Zaragoza no compite limpio, dejando en el aire los famosos maletines. Esas palabras, por fin, tuvieron la réplica del propio Agapito, que salió de su escondite para defender en el Larguero el honor del club. Lo hizo mal y tarde, como cabía esperar.

La afición no merece ese presidente, que ha llevado al Zaragoza a un momento crítico, pero la grada ha estado a la altura de la historia del club y de un escudo, apoyando a muerte a los futbolistas y al equipo. Eso ha llevado a sumar 28 puntos en la segunda vuelta, una cifra que justifica la posibilidad de que el Zaragoza siga en Primera. La semana se imagina llena de más insinuaciones de los rivales, pero el mérito zaragocista está en un trabajo sufrido, en una fe inquebrantable y en una reacción conmovedora y brutal. Getafe es la orilla y debe ser tomada por el zaragocismo. Es el último empujón. Sí, se puede. Y el milagro está ahí, a un paso..