"Hemos enviado varios escritos al ayuntamiento denunciando las continuas inundaciones que sufrimos en el bloque. Y no solucionan nada". Así mostraba su malestar una vecina de la avenida Constitución de Luceni. El bloque en el que vive junto a otras 16 familias sufrió las duras acometidas del agua, que arrasó los garajes y los trasteros del inmueble. "No hemos dormido ni durante la noche ni durante el día. Todo lo que teníamos en los bajos ha quedado arrasado y tan sólo podemos usar una bomba particular en el interior, porque si entramos podemos recibir una descarga eléctrica", comenta Antonio Benedí. Este vecino del municipio explica que los torrentes llegaron en avalanchas desde las dos de la madrugada y que los bomberos no pudieron actuar hasta pasadas las ocho de la mañana. Lo peor, según indica, fue que en cuanto lograban reducir la altura del agua --de más de un metro inicialmente--, todo se volvía a cubrir de lodo. Mientras asegura que sintió "miedo" y que jamás había vivido una inundación similar, señala preocupado el patio de la Casa de Cultura, en el que apenas se ven los bancos.

La situación se agrava a unos cinco kilómetros del pueblo. El barranco del Pozuelo, próximo al canal Imperial, ha generado una apisonadora de fango líquido que ha obligado a cortar durante varias horas la carretera que une Luceni con la N-232. El agua cubre todos los campos de la zona. "Poco podemos hacer, salvo tener paciencia y esperar a que el agua baje", admite un operario de la Diputación Provincial de Zaragoza que lleva más de diez horas trabajando.

Y a 800 metros, junto a caminos completamente embarrados, el agua que cae del barranco destruye una zona de la margen derecha del canal Imperial de Aragón, dejando un enorme agujero de unos 15 metros de largo. Salvaje e incontrolable, el torrente arrasa todos los cultivos que alcanza la vista. El ingeniero encargado de evaluar la situación confiesa que "no se pudo hacer nada para evitar la rotura", producida en torno al mediodía. "El canal llevaba más agua de la que podía soportar. Hemos abierto todos los desagües, pero ha sido imposible". Los taludes de los alrededores también han sufrido graves daños y decenas de pequeñas cascadas vierten sus aguas rebeldes sobre el canal.

Mientras el técnico se despide, aparece el propietario del campo de olivos sobre el que se ha desplomado el muro. "¡Justo frente a mis tierras! No sé si podré salvar algún árbol --apenas se ven las copas de algunos de ellos--", exclama al tiempo que se marcha nervioso para analizar los daños de sus tierras.

La situación en Boquiñeni a la una de la tarde es un poco más halagüeña, aunque el río Ebro discurre al máximo de su capacidad y repleto de ramas. Algunas casas han sufrido en sus bodegas los avatares de las corrientes, aunque sin excesiva gravedad, según un responsable del ayuntamiento. Pero la barca que emplean los vecinos para cruzar a Pradilla se ha movido hasta la otra orilla del río. Y el embarcadero está completamente destrozado.

La siguiente parada es Tauste, aunque la entrada desde Gallur está cerrada. Una larga hilera de agua de unos 200 metros impide el paso. Y crece progresivamente sin remedio. Quince coches escuchan las explicaciones de varios agentes de la Guardia Civil, que ofrecen una alternativa: retroceder hasta Alagón y entrar por la carretera que une ambas localidades. "Es que vamos a un entierro y tenemos que llegar como sea", apuntan con resignación varios de los viajeros afectados.

Pero antes de llegar a Tauste, uno de los municipios más damnificados por las riadas, Luis, un agricultor de Remolinos, muestra los destrozos de su huerta. Con el agua hasta la cintura, intenta rescatar algunos melones. El resto de la cosecha se ha perdido. "Tenía tomates, borrajas, pimientos... Todo el trabajo de varios meses se ha ido al garete. Levanté una pared en un costado para evitar el agua, pero ha venido desde otro lado. Jamás había visto algo así", confiesa. Y muestra su escepticismo sobre las posibles soluciones al problema de las brutales avenidas de agua. "Aquí nadie quiere arreglar nuestra situación. A ver quién nos ayuda de verdad", critica este vecino de Remolinos.

Los últimos metros antes de llegar a Tauste reflejan un panorama inquietante. Campos anegados, barrancos por los que el agua cae con gran intensidad, tramos de calzada derrumbados... "Ha sido impresionante. He visto rescatar a varias personas a las que el agua se les vino encima del coche y cómo unos veinte vehículos eran arrastrados hacia las cunetas", relata otro operario de la DGA a pie de carretera.

La situación en Tauste es de gran incertidumbre. Los vecinos se agolpan frente a las huertas situadas en las afueras, en dirección a Ejea de los Caballeros. Mientras esperan noticias sobre el hombre desaparecido en el río Arba, que ha anegado cientos de hectáreas de cultivos y acabado con la vida de 700 ovejas, muestran su indignación tras haber sufrido una situación similar el año pasado. Y rezan para que la máxima punta del río no llegue a lo largo de la noche, como vaticinan los expertos. "He limpiado dos veces mi bodega y llevo sin dormir desde la una de la madrugada. El agua ha superado el metro y medio de altura y ha destrozado las ropas, bicicletas y arcones de comida que tenía en los bajos. Ya va siendo hora de que se adjudiquen más partidas económicas para evitar los estragos", afirma José Luis. Pedro y Moisés, dos amigos suyos, también han padecido los daños del agua. Todos ellos vieron cómo las inundaciones destruían sus coches en el 2003.