Hace un año declaraba que era mayor para ser presidente de Ibercaja pero lo que afloraba de sus palabras era la timidez y la discreción, dos de las cualidades que, junto con el temple, caracterizan a Amado Franco Lahoz (Zaragoza, 1945). Campechano, responsable, pudoroso, introvertido y muy aragonés, llegó a decir en una ocasión que para él, "es muy difícil pensar en Aragón sin Ibercaja". Y no es para menos porque lleva casi media vida en la caja, desde que el 1 de enero de 1970 ingresara después de haber ganado las primeras oposiciones que se convocaban en la entonces Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja para licenciados universitarios. Y además, trabaja en el mismo solar donde estudió: Jesuitas.

Franco terminó Económicas en Deusto y, tras pasar las prácticas de la mili en la Ibiza hippie de 1969, comenzó a trabajar en el servicio de estudios de la caja. Enseguida pasó de ordenar los libros de Royo Sinués, director adjunto y sobrino de José Sinués, a dirigir las inversiones de la caja en Formigal. Para entonces, no sabía ni esquiar, pero ahora es un gran aficionado aunque confiesa tener más fuerza que estilo.

José Joaquín Sancho Dronda lo elevó a interventor general, primero, y a director general adjunto, después. Fue dos años antes de que aquél se jubilara y, en 1987, Franco accediera a la dirección general de la entidad siendo presidente Fernando Almarza. Es el puesto que ha ocupado hasta ayer y en el que ha destacado por una sobresaliente gestión que lo ha convertido en una autoridad en materia de cajas de ahorros.

Casado y padre de cuatro hijos, el nuevo presidente de Ibercaja afrontó con preocupación los momentos más delicados de la presidencia de José Luis Martínez Candial y ha formado con Manuel Pizarro un tándem casi perfecto. Desde su puesto de responsable de la gestión, Amado Franco impulsó el cambio de imagen a partir del cual se lanzó la expansión nacional de Ibercaja. Asimismo, promovió el grupo financiero, hoy entre los diez primeros de España. Las grandes cifras de la entidad avalan su gestión: en sus 17 años como director general, la caja ha multiplicado por 10 su volumen de negocio y por 12, sus recursos propios, habiendo casi duplicado el número de oficinas.

El presidente intenta ser consecuente consigo mismo y dice que es feliz si es útil, de ahí que se esmere en su trabajo porque le gusta, porque quiere hacer cosas útiles para el lugar donde trabaja, para la sociedad, para su familia y para él mismo. Sus aspiraciones personales pasan por estar en esta tierra; tiene vocación de permanencia, de servicio y por eso se vuelca en su trabajo y no le gusta mucho salir en prensa.

Políticamente, Franco ya ha dicho que no se ha posicionado nunca públicamente ni piensa hacerlo, aunque, poco antes de las últimas elecciones autonómicas, se le escapó que estaría encantado de que Iglesias siguiera como presidente.

Si se jubila a los 65, tiene 6 años para confirmar lo que se dice de él: que va a ser un gran presidente.