Era su oportunidad para tener un hogar para su familia, pero el sueño se truncó cuando el trabajo flojeó. El día que José Luis Artajona decidió darse de baja de Zaragoza Sur ya había adelantado 33.600 euros para un piso que iba a estar situado en la calle Rincón del Cielo. Había apostado por esta cooperativa buscando referencias incluso en las oficinas de Urbanismo del Ayuntamiento de Zaragoza: "Nos enseñaron mapas y planos y nos dieron las mejores referencias del señor Olmeda, gestor de la cooperativa. Sin pensarlo más, nos apuntamos".

En ese momento tanto él como su mujer trabajaban. Entre los dos ingresaban más de 3.000 euros al mes. Abrieron una cuenta conjunta con la cooperativa en la que ingresaron de primeras 24.000 euros, gracias a un préstamo personal de Ibercaja avalado por su suegra.

RECLUTAR SOCIOS

En el 2010, fecha de la entrega de las llaves, todo se retrasó. Ahora creen que las cuentas ya no salían entonces y que el objetivo era "reclutar más socios". El caso es que cuando llegó el día de firmar la hipoteca, la esposa de José Luis solo cobraba el subsidio y él 900 euros al mes en un trabajo temporal. Para firmarla solo les ofrecieron poner como aval la nómina de su hermana o la pensión de su suegra, que ya les había avalado previamente. Aún así, el banco dudaba de que fuera capaz de llegar a pagar las cuotas. "Tocaba darse de baja, pero la cooperativa se comprometía a devolverle todas las aportaciones cuando un socio ocupase mi lugar o en un plazo máximo de cinco años", relata José Luis. Era el año 2012, pero, reconoce, "lo peor estaba por llegar".

"Estamos en paro, vivimos con mis hijos en casa de mi suegra y, a primeros de año, dejo de cobrarlo". Por eso reclamó que la empresa gestora se hiciera cargo del préstamo personal con el que adelantó sus aportaciones, que todavía debe pagar hasta el 2017. Acudió a la empresa de Antonio Olmeda, a las oficinas de Zaragoza Sur, redactó un escrito para pedir una reunión con el consejo rector. "Lo entregamos a la cooperativa, que nos contestó que no sabían si nos iban a recibir y que quién me había dicho que fuese allí. Me sentí invisible y despreciado y se me pasaron todo tipo de cosas por la cabeza", relata.

A partir de este momento comenzaron a moverse. "Entramos en foros y conocimos a gente joven como nosotros en la misma situación. La unión hace la fuerza y dejas de ser invisible para gente que cree que está por encima de nosotros", asegura. Por eso su intención es llegar a aglutinar al mayor número de afectados. "Que esto no sea David contra Goliat", manifiesta ilusionado este zaragozano.