"Abajo, en el pozo, siempre se pasa miedo, mucho miedo, porque es muy probable que haya gases tóxicos", afirma Fernando A. S., de 35 años, que trabaja de técnico de mantenimiento en una depuradora de Zaragoza y está todavía bajo el "shock" de la muerte de dos operarios el pasado jueves en la planta de tratamiento de Calatayud. "Lo que ha ocurrido --agrega-- todavía nos hace sentir más respeto por el trabajo que hacemos".

"A veces --explica--, hay compañeros que se niegan a bajar a un pozo porque, por alguna circunstancia, no disponen del equipo de seguridad, pero eso pasa pocas veces y además la normativa interna exige que nos neguemos a trabajar cuando no se cuenta con medios para hacer la labor en condiciones".

"Es bueno tener miedo", sostiene Fernando. "Te obliga a estar alerta, pero aun así, en ocasiones, algún compañero ha bajado al pozo sin ponerse el equipo de seguridad, porque pensaba que, total, por un minuto, no merecía la pena".

La depuradora en la que presta sus servicios aplica un procedimiento muy estricto cada vez que se debe realizar una operación en una depósito de aguas residuales. "Lo primero que se hace --indica el técnico de mantenimiento-- es avisar de que se va a hacer un trabajo en una zona de riesgo para detener las máquinas, vaciar el depósito y sanearlo a fondo".

Las operaciones arriesgadas las realizan "como mínimo dos operarios que van siempre juntos" y que van provistos del equipo completo de seguridad, que incluye un sistema autónomo de aire asistido mediante una botella de oxígeno, mascarilla y medidores de ácido sulfhídrico y de oxígeno.

Además, "si el trabajo requiere escalar, los trabajadores van provistos de arneses y un tercer trabajador los vigila desde arriba, para ayudar o avisar en caso de que surja una complicación".

"Como nos jugamos la vida, lo cierto es que tomamos precauciones", reconoce Fernando. "En el bolsillo, o en el cinturón, siempre llevamos el medidor, que pita cada vez que detecta una concentración anómala de gases tóxicos o una falta de oxígeno".

Periódicamente, la empresa de Fernando imparte cursillos sobre las normas de seguridad, que están recogidas en un libro que se entrega el primer día de trabajo a todos los operarios. "Pocos lo hemos leído entero, pero, después de lo de Calatayud, habrá que echarle un vistazo", concluye el técnico.