El gremio de hostelería fue uno de los más castigados por la crisis. Por primera vez en décadas, en España empezaron a cerrar bares (no así restaurantes) y los establecimientos redujeron el personal para poder resistir la pérdida de ingresos como consecuencia de la bajada de la clientela.

José Ramón, un zaragozano de 50 años, ha trabajado siempre de camarero y la recesión supuso un cambio de vida para él. Hace ya cuatro años, de tener trabajo pasó al paro y tuvo que empezar una búsqueda metódica de empleo, pues, como él dice, «cuando has cumplido los 50 años no resulta nada fácil volver a tener una colocación, ni en lo tuyo ni en otros sectores».

En su caso, lo que ha hecho ha sido empezar a enviar su currículo a empresas de hostelería de aquí y de allá. Pero este sistema no le ha dado resultado hasta la fecha y él, al no llegar a los 52 años, no puede acogerse todavía al subsidio para parados de larga duración.

«Muchas veces ni siquiera me responden», explicó. «Imagino que cogen el sobre con mi currículo, lo abren y nada más ver que ya estoy en la cincuentena pierden todo interés», añadió.

Aun así, en ocasiones lo han llamado para una entrevista de trabajo y, al verlo, le han preguntado cuántos años tiene. «Al decirles que tengo 50, enseguida me sueltan eso de que no doy el perfil», manifestó. Ese comentario resulta hiriente, pero evita al empleador entrar en más detalles.

La cuestión es que Juan Ramón, ante la imposibilidad de volver detrás de la barra o a servir mesas, ha acabado haciendo trabajos temporales como miembro del personal de admisión, «siempre en días sueltos, sin ninguna continuidad».

Desde su punto de vista, pese a que él todavía no ha alcanzado la edad mínima solicitada, la recuperación del subsidio para parados de más de 52 años es «una buena medida».

«Hay que tener en cuenta que hay familias que lo necesitan para subsistir, pues a lo mejor no trabaja ni el hombre ni la mujer», afirmó.