El geológo de la Universidad de Zaragoza, Antonio Casas, aseguró que no se puede conocer el sentido que puede llevar una sima, por lo que no hay forma de saber qué ocurrirá en el futuro. «Es muy difícil predecir qué dirección va a llevar. Puede crecer, agrandarse más en un lado que en otro, girar o se puede quedar estancada. Es algo imposible de saber», reiteró.

Explicó que pueden ser de dos tipos: Las de colapso, «que son las que provocan un derrumbe repentino»; y «las que avanzan poco a poco, provocando hundimientos o defectos a lo largo de un tiempo prolongado». Así, el experto pidió «precaución» si se trata de una sima en un centro educativo. «Es una zona sensible. Para cualquier situación se requiere de un estudio preciso del riesgo, de la cimentación, de todo, pero si está dentro de un colegio, más todavía porque se trata de un espacio con niños donde sería necesaria una evacuación», indicó. Para el geólogo no es extraña la detección de esta sima. «Zaragoza cuenta con un subsuelo peculiar. En la capa superior hay arena, gravas, y luego en la capa inferior es una zona de yesos y sales. El agua circula por esa grava y cuando se filtra hace que se disuelvan toda las sales, lo que provoca que se hagan cavidades o hundimientos». Toda filtración tiene como «desagüe» el Ebro y, en Casetas y el entorno de la carretera de Logroño, la proximidad al cauce es evidente. «La presencia de simas y dolinas ahí está detectada. Si son de un tamaño razonable, pueden provocar problemas. Para ello se requieren estudios muy precisos antes de edificar». Sobre la opción de derribar, apuntó que «cada caso es distinto» y se refirió a las viviendas de la avenida de las Estrellas, en Valdefierro, donde viven los inquilinos pese a la dolina; o a la Casa Azul de Calatayud, donde una sima obligó a derribar 50 pisos hace más de 10 de años.