Nunca un eslogan electoral enunció una verdad tan evidente: "Merecemos una España mejor". Bien es verdad que cuando esa frase comenzó a pintarse en los carteles nadie deba un duro por ella ni por quién la defendía, aquel Rodríguez Zapatero que por ser cívico y educado recibía de los rústicos el calificativo de "soso". Una España mejor, mucho mejor que la que el agresivo e irresponsable Aznar ha querido imponer a sus compatriotas, es la que el honrado y pacífico pueblo español se merece: sin enfrentamientos artificiales entre los españoles como los promovidos por el gobierno, sin la mentira como norma de actuación política, sin manipulación de los sentimientos, sin censura informativa, sin maltrato a la ciudadanía, sin sumisión indigna a un poder extranjero, sin chulería institucional, sin sectarismo en la acción de gobierno, sin guerras, sin insultos, sin corrupción, sin miedo... El pueblo español ha formulado a su clase política una firme demanda.