Fueron cinco. Y si hubiesen sido seis goles nadie se habría extrañado. Ni siquiera si la vertical, imaginativa y, sobre todo, profundísima Holanda de Van Gaal hubiera firmado ocho goles. El castigo resultó tan cruel que España se quedó sin argumentos. Ni defensa. El desastroso debut, además, le complica el futuro en el Mundial en caso de que la diferencia de goles resulte decisiva al final.

No fue, ni mucho menos, la derrota ante Suiza. Lo de ayer en Salvador de Bahía, con un depresivo Casillas como retrato de la decadencia del campeón, no admite comparación alguna. No es cuestión de números --desde el Mundial de Brasil, pero en 1950, la selección no perdía así (entonces fue un 6-1)--, sino de que no transmitió nada. Nada es nada, por mucho que en la primera parte tuviera el control del partido durante unos minutos, sobre todo cuando Xavi e Iniesta encontraban rendijas, pequeñas, todo hay que decirlo, en el excelente planteamiento de Van Gaal. Louis ganó a Vicente. Holanda humilló a España con una derrota terrible porque ensució la estrella conquistada en Johannesburgo, mientras Robben y Van Persie se dieron un festín con Blind, el hijo, lanzando pases como si fueran bombas.

AGUJERO CENTRAL A España le fue más o menos bien durante 40 minutos, hasta que Van Gaal, que había jugado millones de veces este partido en su cuadriculada cabeza, detectó donde estaba el pozo del tesoro. A la espalda de los centrales de España. Y, sobre todo, en un portero que lo ha sido todo (excelente su mano inicial a Sneijder), pero se derrumbó con tal estrépito que se duda mucho de él. Erró en el primer gol de Van Persie, se quedó