Hasta que no se le realice el primer análisis de sangre completo en el Hospital Carlos III, de Madrid, --lo que se espera que suceda hoy-- la salud del religioso español Miguel Pajares, repatriado a España desde Liberia tras confirmarse que sufre el ébola, seguirá siendo una mezcla de conjeturas y estimaciones producto del ojo clínico de quienes hasta ayer lo acompañaron en el Hospital Saint Joseph, de Monrovia. El Airbus A310 del Ministerio de Defensa, acondicionado para transportar a enfermos peligrosamente contagiosos, en el que ha viajado, tenía previsto aterrizar la pasada madrugada en la base de Torrejón. Pajares, que sufre fiebre alta y está muy débil, pero que hasta ayer permaneció consciente, será ingresado en la planta sexta del Carlos III.

El resto del hospital ha sido evacuado, y los pacientes que lo ocupaban han sido trasladados al Hospital La Paz. Varios sindicatos médicos y de enfermería cuestionaron ayer que las instalaciones que acogerán a Pajares sean las adecuadas, aspecto que fue tajantemente rechazado por la directora de Salud Pública del Ministerio de Sanidad, Mercedes Vinuesa, que reiteró que tanto la seguridad del enfermo como la del "resto de españoles" está garantizada.

MINICURSILLO El temor al virus hemorrágico se extendió, no obstante, entre parte del personal de ambos centros. El delegado del sindicato CDIF, Manuel Torres, advirtió de que los sanitarios solo han accedido a un "minicursillo" sobre el proceso asistencial que debe seguir quien atienda a los afectados por virus hemorrágicos. El radiólogo Daniel Bernabéu, de La Paz, dijo que repatriar a Pajares "supone un riesgo". "¿Quien puede asegurar al cien por cien que el virus no escapará?", preguntó. "Los protocolos de seguridad garantizan un riesgo mínimo para el paciente, el personal sanitario y los ciudadanos", insistió Vinuesa. Junto con Miguel Pajares podría haber viajado la enfermera española Juliana Bohi, que trabajaba en el centro sanitario en el que el religioso enfermó mientras cuidaba a su director, Partick Nshamdzea, fallecido hace una semana. El hospital ha sido clausurado, aunque permanecen allí las misioneras Chantal Pascaline Mutwamene, congoleña, y Paciencia Melgar, de Guinea, que Pajares pidió infructuosamente que viajaran con él a España.

El personal médico y técnico que ha atendido el Airbus español fue equipado con trajes y material que facilitaron su protección en el momento de manipular y acondicionar el cuerpo del religioso en la aeronave. El contacto directo con los afectados por el virus hemorrágico es la principal vía de transmisión de la infección, si bien, en principio, el religioso no expulsa fluidos susceptibles de generar peligro para quienes le atienden. En cualquier caso, podría contagiarlo a través de la saliva, las lágrimas, el sudor o la orina.

Una vez en el Carlos III, Pajares quedará ingresado en una habitación dotada de la tecnología imprescindible para su estado, si bien, dado que permance consciente y respira de forma autónoma, no se tratará de una unidad de cuidados intensivos. El tratamiento que recibirá atenderá los síntomas que sufre: antitérmicos y analgésicos. El ébola no dispone de fármacos específicos que lo eliminen.

CIFRAS DISPARADAS Entretanto, la cifra de fallecidos por el brote que se inició el pasado marzo en Sierra Leone, Guinea Conakry y Liberia, crecen a una sorprendente velocidad. Ayer se contabilizaron 932 fallecidos y 1.650 enfermos, informó la Organización Mundial de la Salud (OMS). Dos personas procedentes de la zona infecciosa fallecieron en Nigeria y una tercera en Arabia Saudí.

El caos sanitario es completo en Monrovia, Sierra Leona y Guinea, informan los sanitarios allí destacados, que no pueden asegurar que la cifra de fallecidos difundida oficialmente se corresponda con la real.