El reloj apenas marcaba las cuatro de la tarde. Faltaba más de una hora para que el príncipe de Asturias llegase a la Feria de Zaragoza para inaugurar la FIMA. Pero allí estaban ellas, esperando ansiosas en el paseo central del recinto. «Hemos venido con los maridos desde Sevilla, pero nosotras preferimos ver a Felipe que los tractores», reconocían con guasa. Por admiración, por ideología, por trabajo o simplemente por curiosidad, cientos de visitantes se rindieron ayer a sus pies y no cesaron de saludarle y hacerle fotos. Él, contenido pero amable, tuvo gestos de complicidad con los niños, sonrió sin descanso, se preocupó por las dificultades de los jóvenes que quieren trabajar en el campo y se mostró sorprendido por la calidad y la cantidad de tecnología aplicada al campo que reúne el certamen aragonés.

El heredero de la corona completó un recorrido de dos horas por los distintos pabellones que componen la FIMA, interesándose por el funcionamiento de la maquinaria, y fue el encargado de entregar algunos reconocimientos a las mejores novedades técnicas. Incluso demostró su dominio de los idiomas y charló en inglés con responsables de marcas extranjeras. Durante el paseo se detuvo en más de veinte expositores y se interesó por varias aplicaciones y tecnologías, entre ellas un dron que realiza fotografías aéreas para medir fincas.

También hubo alguna excepción al revuelvo que levantaba la comitiva. Adrián, un joven agricultor de Toledo, se concentraba en entender al comercial italiano que intentaba venderle unas prácticas tijeras podadoras eléctricas, que costaban 1.500 euros. «Estamos en plena recogida de la aceituna, pero como llovía hemos aprovechado para escaparnos a la FIMA, venimos siempre», explicaba uno de sus amigos, a los que la presencia del Príncipe pilló por sorpresa. «Le diríamos que se venga a tomar una cerveza con nosotros», bromearon. Seguro que Adrián le invitaba: salió de la FIMA decidido a comprarse las tijeras.