Los horticultores de Quinto están «deprimidos». Así lo asegura Rafael Abenia, concejal de Agricultura de Quinto, que asegura que entre los propietarios de parcelas en la fértil huerta local predomina un sentimiento de impotencia.

«Se trata de trozos de tierra que pasan de padres a hijos, desde hace muchas generaciones, pero sufrimos tantos reveses por culpa del río que el sentimiento de apego se va perdiendo, por desgracia», asegura Abenia.

En su opinión, el problema principal es que, «al no limpiarse el río», las crecidas ordinarias, del orden de 1.500 metros cúbicos por segundo, como la que ha pasado esta semana, «ponen en peligro las motas».

«Esta última avenida casi supera los diques, le han faltado solo 10 centímetros, y eso no puede ser», lamenta el concejal, que dice que, hace 20 años, las riadas ordinarias no inquietaban a nadie «porque no se habían acumulado tantos residuos en el lecho del Ebro».

En particular, los vecinos de Quinto se quejan del estado en que se encuentran las motas en el término de Talavera, en la margen derecha del río, a la altura de los términos de Fuentes y Pina de Ebro.

«Esas motas, aunque se reparan de vez en cuando, están sometidas a mucho desgaste por la corriente, de forma que, cuando ceden, el agua del Ebro entra en tromba y arrasa nuestra zona de huertas», explica Jesús Morales, alcalde de Quinto, que ayer asistió a la manifestación por la limpieza del cauce.

Otro motivo de inquietud entre los horticultores, que entre otras cosas cultivan la afamada cebolla de Fuentes, es la formación de islas de grava en el cauce del Ebro.

«No nos referimos a las mejanas que llevan siglos en el cauce, sino a unas amontonamientos de residuos que van creciendo poco a poco con los aportes del río, se vuelven sólidos y llega un momento que se unen entre sí y cortan la corriente», señala Morales. Esas acumulaciones artificiales, añade, se suelen formar en las zonas donde el agua se remansa y que antiguamente se utilizaban para la extracción de gravas.

La formación de islas es una cuestión que divide a los agricultores y a los ecologistas, que son partidarios de respetar la dinámica natural del río y mantienen que se trata de un fenómeno totalmente normal y que se integra en el hábitat fluvial.

«la cuestión es que, con tanta inseguridad con si habrá cosecha o no habrá cosecha, se están perdiendo muchas oportunidades de desarrollo», subraya Abenia. «Muchos se preguntan para qué tanto esfuerzo si al final llega la riada y se lleva todo por delante», manifiesta.

«Lo de la zona de Talavera es un asunto que hay que resolver», agrega. «Porque, si las motas se rompen, el agua nos llega de norte a sur y se lleva todo por delante».

No se trata, con todo, de un problema exclusivo de Quinto. En toda la ribera, las motas influyen en la configuración de la corriente, su velocidad y dirección, y lo que es bueno para las zonas protegidas puede ser malo para las situadas enfrente o aguas abajo.

Otro tanto ocurre con la limpieza del río, según los ecologistas, que mantienen que al rastrillar el fondo se imprime mayor velocidad a la corriente, en perjuicio de las poblaciones y tierras situadas más abajo.