Destacados promotores de Gran Scala arrastran un oscuro pasado. Este titular de la página 2 de EL PERIÓDICO del 11 de abril del 2008 empezó a destapar la realidad de un proyecto de dudosa viabilidad y éticamente cuestionable que se consolidaba como un auténtico intento de estafa. Cuatro meses antes el Pignatelli había acogido la mayor presentación oficial que se recuerda desde la coronación de algún rey medieval.

Organizada por una empresa de comunicación madrileña con buenos contactos, los 180.000 euros de dinero público invertidos sirvieron para que el megaproyecto acaparara gran parte de portadas nacionales y reuniera en Zaragoza a un sinfín de destacados empresarios. Estos asistieron, atónitos e incrédulos, a los powerpoints en los que se explicaban --no sin ciertas dosis de ridículo-- los 32 casinos que se iban a instalar en un páramo monegrino que sedujo a unos supuestos empresarios gracias a las imágenes que, a través de Google Earth, les había descubierto el consejero de Industria de un pequeño gobierno autonómico del país del turismo y el urbanismo salvaje.

El titular de aquel viernes fue acogido con ira por el Aragón oficial que solo unos meses antes había filtrado en rigurosa exclusiva la primicia del proyecto que tan bien fue acogida entre la gente de orden. No en vano, según el vicepresidente Biel, Gran Scala era el proyecto más importante para Aragón desde los Reyes Católicos. Por eso no es de extrañar que a los periodistas que destaparon aquella mezcla de ridículo y estafa se les afeara continuamente su trabajo. Ese fue el inicio del distanciamiento entre el PSOE y el PAR.

Tensiones

Al día siguiente de la primera noticia que desenmascaraba a ILD, mientras el Aragón oficial seguía reivindicando el proyecto y desmintiendo a este diario, otro titular de EL PERIÓDICO causó nervios: Los directivos de ILD deben más de 350.000 euros a Hacienda1. Esta información provocó que, en una reunión celebrada ese día en el Pignatelli entre el Gobierno de Aragón y los promotores acabara a gritos y con puñetazos en la mesa. El PSOE constató que ILD no podía poner --ni siquiera en avales bancarios-- 20 millones para los terrenos cuando prometía inversiones por 17.000. Pero aún así (salvo las excepciones de Alfonso Vicente, Javier Velasco o Alberto Larraz, consejeros de Obras Públicas, Presidencia y Hacienda), los socialistas defendían el proyecto.

El 15 de abril hubo un tenso consejo de Gobierno en el que Biel apuntó: "Haremos lo que tengamos que hacer para que salga Gran Scala". Nervioso ante las preguntas, respondiendo al ataque y con silencios. El estilo de los conseguidores que se frotaban las manos ante el jugoso plan dejaba bien a las claras su elegancia: "Esta noche santíguate antes de dormir", respondían ante las llamadas de este diario. El afable escocés que hoy pasa sus días en una celda por un crimen machista y que había sido fichado para mejorar la comunicación del proyecto tampoco dudaba en advertir a los redactores por las informaciones que seguían aportando sobre la quimera. Mientras, Aliaga defendía en inglés en ferias internacionales los beneficios que reporta el sector del juego.

Tampoco faltó un ingenioso proyecto de automoción que dos personajes de la trama quisieron colocar por un millón de euros a la DGA. Era el motor milagroso cuyo vídeo de promoción era hilarante por lo rudimentario del mecanismo. Comenzaron a salir fuentes espontáneas cuyas pistas resultaron básicas para la investigación: sus aportaciones llevaron a la empresa gemela de ILD, a los paraísos fiscales, las conexiones bolivianas y a muchos otros puntos que permitieron desvelar la historia y desenmascarar a los liantes.

Este relato es el paradigma de la dificultad de hacer periodismo y de la época de la burbuja y los delirios megalómanos. Cuando Aragón abandonó su defensa por la sostenibilidad y la cohesión para pretender convertirse en el Benidorm que antaño tanto repudió.