Las tardes de verano en que el cielo se oscurece de forma alarmante, muchos conductores alcañizanos que carecen de garaje privado se apresuran a ir en sus vehículos a los bajos del edificio de la plaza Paola Blasco. Esos días, el "túnel", como es conocido popularmente el improvisado refugio antigranizo, se llena de coches, tantos "que el ayuntamiento ha tenido que intervenir para que no se forme un caos cada vez que se barrunta una tormenta", en palabras de Roberto, un vecino del casco antiguo.

"Hay verdadera psicosis", afirma Francisco Ruiz, que vive en la plaza de los Almudines. "El año pasado, el granizo abolló las carrocerías del cientos de coches y la gente tiene miedo de que pase otra vez lo mismo".

Ningún edificio de Alcañiz, ni ningún coche que estuviera en la calle en ese momento, se libró el 16 de agosto del 2003 de la destrucción que dejó a su paso la violenta tormenta de granizo que descargó sobre la ciudad entre las seis y las seis media de la tarde. El fenómeno natural dejó un rastro de tejados rotos y calles cubiertas de cascotes que no se ha borrado todavía de la mente de los alcañizanos, que tienen miedo de que se repita la catástrofe. "Esto volverá a suceder", sentencia Francisco Ruiz.

Carlos Abril, alcalde popular de la localidad, habla de la pervivencia del "síndrome" originado por la lluvia de granizo, mientras que Angel Lacueva, portavoz de la oposición socialista, percibe que los alcañizanos "viven con una tremenda sensación de inseguridad incluso en sus propias casas".

Y si la catástrofe no se ha borrado de las mentes, tampoco ha desaparecido del todo del paisaje urbano. En el año transcurrido desde la brutal pedregada , se ha reconstruido la mayoría de los tejados dañados por unos granos de granizo del tamaño de pelotas de tenis.

Pero basta echar un vistazo desde el Cuartelillo o el parador de la Concordia, los puntos más elevados de la población, para percatarse de que, sobre todo en el casco viejo, todavía abundan las cubiertas descalabradas y otras provisionalmente protegidas con grandes lonas de plástico o antiestéticos tejadillos metálicos.

"Las iglesias, en particular, se hallan en un estado lamentable", denuncia un residente de la calle Alejandre. "La del Carmen está cerrada, la excolegiata tiene la cubierta hecha añicos y en la de San Francisco es mejor no entrar a rezar, porque parece que el tejado se va a venir abajo de un momento a otro".

Sin embargo, en contraste con las huellas de la desolación, Alcañiz se enorgullece de tener "los tejados más modernos de España", los que fueron reconstruidos a raíz de la catástrofe. Pero ni siquiera bajo ellos se sienten sus moradores totalmente a salvo.