Lo paradójico es que los españoles decidimos cada vez más tarde nuestro voto, de manera que podemos afirmar sin mucho miedo a equivocarnos que ahora mismo hay varios millones de electores que van a esperar casi hasta el último día para saber qué papeleta escoger el próximo 28 de abril.

Es normal. En esta democracia de audiencia en la que vivimos, en la que la ubicuidad de los mensajes de los partidos y sus líderes nos bombardean constantemente, es lógico que una parte del electorado, aquella que no se siente vinculada de facto con una u otra opción política, espere hasta el final para decantarse. En el caso de las elecciones al Parlamento de Andalucía del pasado mes de diciembre casi uno de cada tres electores lo hizo así, y sin duda fue uno de los motivos para que todas las encuestas previas fracasaran estrepitosamente en sus pronósticos.

Es por ello que los cinco partidos que tienen más opciones en las próximas elecciones generales están siendo especialmente cuidadosos a la hora de planificar esta campaña. Cada uno arranca con situaciones y expectativas muy diferentes, por lo que sus estrategias también están siendo muy diversas desde hace semanas.

PARTIDO POPULAR

En el PP la decisión parece clara: en un momento en el que los ciudadanos lo colocan más a la derecha que nunca en su historia, saben que la única forma de mitigar su derrumbe electoral pasa por afianzar su posición entre los electores más conservadores. De momento han dejado de lado cualquier tentativa de arañar votos por el centro y el único objetivo durante estos 15 días es reducir sus transferencias de voto hacía Vox y Ciudadanos. Para ello no dudarán en lanzar los mensajes más duros en los temas que movilizan al votante más conservador: Cataluña, la unidad de España y los impuestos.

PARTIDO SOCIALISTA

El PSOE parece tenerlo todo de cara. Sin embargo, los socialistas son conscientes de que una buena campaña puede darles el empujón necesario para que el apoyo imprescindible en una futura investidura sea mínimo, mientras que una mala puede desactivar a una parte de sus votantes, tal y como ocurrió con Susana Díaz en Andalucía. En este caso la estrategia del partido pasa por algo tan complicado como no meter la pata durante estos últimos días, tratar de moderar ligeramente el discurso respecto a los últimos meses a fin de atraer a un mayor número de votantes de centro (que siguen siendo la mayoría), y sobre todo confiar en el efecto arrastre que las encuestas suelen dar al partido ganador, así como en las apariciones de su principal activo en estos momentos: Pedro Sánchez.

PODEMOS

Podemos se enfrenta a las elecciones posiblemente en el peor momento desde su creación en 2014. Con su liderazgo cuestionado internamente, sacudido por las escisiones, y sobre todo con el PSOE desatado en las encuestas, las opciones de los morados pasan por hacer una campaña brillante y sin errores. Algo que no sería una novedad: ya en 2015 las expectativas de Podemos eran malas, pero el espíritu de «remontada» que lograron imbuir entre sus electores durante aquellos días les dejó a tan solo 350.000 votos del PSOE. De hecho, la mayor parte de los dirigentes del partido estaban convencidos de que una semana más de campaña habría servido para saltar hasta la segunda posición, por delante de los socialistas. El reto en 2019 es aún mayor porque las encuestas auguran pésimos resultados, y sobre todo porque Podemos, a diferencia de 2015, ya solo se nutre del voto más a la izquierda. Sus posibilidades pasan por la reactivación y movilización masiva de sus militantes y simpatizantes, y por la figura de un Pablo Iglesias desaparecido durante los últimos meses pero que sigue siendo, posiblemente, el líder político con mejor oratoria de todos cuantos se presentan. Un aprovechamiento óptimo de ambos factores hará que sin duda Podemos mejore sus expectativas actuales.

CIUDADANOS

Ciudadanos vuelve a llegar a unas elecciones generales con síntomas de desgaste. Aunque su crecimiento se da por hecho, ningún sondeo desde hace casi un año le coloca por encima del PP. Pese a ello se da por descontado que pueda llegar hasta casi los 50 diputados, muy lejos del sorpasso en la derecha que Albert Rivera y los suyos pretendían llevar a cabo con su escoramiento ideológico tras la moción de censura del pasado año, y que a la larga se ha demostrado un grave error estratégico que ha colocado a este partido en tierra de nadie. Ciudadanos es el partido al que quizás más se le puede complicar la campaña, que suele ser un momento en el que los planteamientos y las propuestas más se concretan, algo que no es precisamente su fuerte. Desplazados por voluntad propia del centro, y con la derecha en plena ebullición competitiva, Ciudadanos tiene como ventaja el trato de favor que le prodigan la mayor parte de los medios de comunicación y su vinculación con las élites económicas del país, aunque está por ver si eso servirá para decantar en su favor al electorado de centro derecha que todavía no tiene decidido su voto.

VOX

Y por último Vox, la gran incógnita de estas elecciones. La mayor parte de los sondeos que se han publicado durante lo que llevamos de año colocan a este partido por encima del 10% de voto. Parece claro que obtendrán resultados muy destacados en algunas comunidades autónomas como Madrid o Valencia, así como en determinadas capitales de provincia, mientras que en otras prácticamente no tendrán respaldo. Aunque su irrupción con fuerza en el Parlamento parece evidente, Vox puede ser uno de los partidos que más sufran la campaña electoral.

Con líderes todavía prácticamente desconocidos y muy poco bregados en la arena política, con un programa electoral muy limitado a su defensa de la unidad de España y a la derogación de leyes que solo una mínima parte del electorado cuestiona, la recuperación final del PP puede hacer que la ultraderecha española, afortunadamente, vea muy rebajadas sus expectativas y que su capacidad de influencia sea mucho menor de lo que las encuestas anticipan.

Como ven, una campaña electoral apasionante como pocas, con multitud de cuestiones por decidir, pero que sin duda va a ser crucial para determinar el horizonte de este sistema multipartidista en el que se ha convertido la democracia española.