Samuel Aranda (Santa Coloma de Gramenet, 1979) lleva 15 años documentando los grandes conflictos sociales y las revueltas internacionales con la mirada reposada que no siempre permiten las prisas periodísticas. De la guerra de Libia a la de Irak y del fenómeno migratorio al ébola, sus trabajos han aparecido publicados en medios como EL PERIÓDICO, The New York Times y Le Monde. En el año 2012, ganó el premio World Press Photo, el certamen más importante de fotoperiodismo, con una imagen de las revueltas de Yemen que mostraba a una mujer con niqab consolando a un familar herido. La foto, una pulsión de vida en medio de la barbarie, fue reconocida como un símbolo de las primaveras árabes y su reverso.

Aquel mismo año, Samuel Aranda, que también ha trabajado en Gaza, Túnez, Egipto, Siria y China, firmó en The New York Times un reportaje sobre el impacto de la crisis en las clases populares españolas. El trabajo, que provocó escozor en el Gobierno, puso sobre el tapete la violencia que anida en palabras neutras como recortes y políticas de austeridad.

Ahora está en Sierra Leona, un vértice del drama sanitario. The New York Times y este diario le han pedido que explique cómo se protege. Pero su sentido ético le impide entrar en esa materia. Le parece irrelevante frente a la magnitud de lo que se despliega ante sus ojos. Solamente admite seguir los protocolos marcados por Médicos sin Fronteras (MSF). Y eso significa: unas botas de goma para evitar el contacto con fluidos derramados en el suelo, que se lavan con cloro; una distancia de los infectados no inferior a 5 metros y extrema cautela en los movimientos.