Sonó en los altavoces un claro clarín. Arrancó brioso un taurino pasodoble. La concurrencia prorrumpió en un olé tan espontáneo como patriótico... Pero era solo una prueba de sonido. Abascal no apareció todavía, y el salón de banquetes del Tres Carabelas siguió llenándose (primero los vips de Vox, luego el público en general) hasta quedar abarrotado por unas seiscientas personas. Iban a escuchar unos discursos tan previsibles como faltos de vigor retórico. Sobre todo por parte de los candidatos locales: el autonómico antiautonomista Morón (¿?) y el municipal Calvo. Pero ni siquiera el jefe supremo brilló en exceso. En un local que guarda los ecos de las reuniones de Fuerza Nueva, la actual extrema derecha sonó débil. Si les llega a oír don Blas Piñar, le da la depre.

Los seguidores de Vox

Gente joven de clase media, limpia, arreglada y entusiasmada. Gente mayor que tal vez recordase los aciagos tiempos de la traidora Transición. Gente de cuarenta y tantos, entre la cual eran mayoría los de camisa La Martina y adosado en el extrarradio, aunque no faltaban algunos militantes de bizarro porte legionario. Ese era el público. El local, de techos bajos y horrible acústica, se había quedado pequeño. El acto empezó con más de media hora de retraso. El caos organizativo parecía impropio de quienes vienen a poner orden.

Pero lo más curioso, si se intenta trazar un hilo conductor entre esta ultraderecha y la de hace más de treinta años, es el giro de los argumentos. Vox es canovista, reaccionario, eurófobo, nacionalpopulista e infantil... pero pretende pasar por una fuerza democrática (la democracia «de verdad») opuesta a la presunta dictadura «progre». Los ultras tardofranquistas eran directamente fascistas y contrarios a toda partitocracia; no necesitaban inventarse pucherazos para reivindicar la gloriosa Cruzada, simplemente negaban el hecho democrático en sí mismo. Y punto.

Debates y rifirrafes

Queda claro que ser de Vox exige mucha fe y mucha ingenuidad. Su primer candidato a las Cortes aragonesas, por ejemplo, solo sabe justificar el trasvase y meterse con los catalanes (momento en el que los suyos gritan ¡Puigdemont a prisión!, cuando en idéntica situación sus predecesores ideológicos hubiesen exigido ¡Puigdemont... al paredón!). Bueno, otros partidos presentan catálogos más sofisticados de promesas y proyectos; pero maravillas, la verdad, casi ninguna.

Por eso los debates a ocho que organizó ayer y el lunes Aragón TV se saldaron con rosarios de sucesivas intervenciones, algunos intercambios de pullas y un predominio de los respectivos argumentarios... Un plomo. Demasiados interlocutores y muy poca intención provocadora.

La única consecuencia de la primera confrontación entre candidatos municipales fue que Alegría, la dinámica aspirante socialista a la Alcaldía zaragozana, emplazó luego a Cs y PP a colgar en internet sus respectivos programas, como hizo ella con el suyo. Se pasó, porque el conservador Azcón ya lo había hecho en su adecuado momento. Hubo, al respecto, tráfico cruzado de tuits y mensajes. Fuego de artificio.

El pobre Beamonte

En Cs trabajan despacio, sobre seguro. Su candidato autonómico, Daniel Pérez, fue precisamente el objeto de los mayores ataques (por parte del resto de los partidos) en el debate televisivo de anoche. A su vez, en el PSOE lo tienen todo medido, y solo esperan el postrero favor de la diosa Fortuna. En el PP oscilan entre la esperanza y la depresión. A ratos dan por seguro que habrá un reflujo de votantes que el 28-A se fueron a otras marcas; o bien les llenan de pavor los posibles efectos de un barullo tan tonto como el relativo a ese título de Derecho que Beamonte se sacó por arte de magia en la Universidad Juan Carlos I. El interfecto, por supuesto, está desolado. Siente que su imagen ha sido pisoteada, y tiembla cuando lee en la prensa madrileña que su expediente académico está siendo revisado (y a saber cómo justifican ahora las cuarenta y tantas convalidaciones). No obstante, el jefe de los populares tiene oficio y es resistente. Fue uno de los que mejor se manejaron en ese mismo debate ante las cámaras de Aragón TV..

No sobra el entusiasmo en esta campaña. Solo los de Vox, y eso es preciso reconocérselo, son capaces de creer en lo que sus dirigentes pregonan (aunque lo hagan con discursos de tan escaso brío). Cuando responden con un ¡Viva! al grito de ¡Viva España!, suena pletórico, marcial... definitivo. Bendita ignorancia.