Los que llevan años y años pregonando el fin de ciclo del Barça y que, después de unos cuantos títulos con los que no contaban, ha acabado llegando, tienen desde ayer poderosas razones para llevar el debate a la selección. Seguro que encontrarán un argumento donde hincar el diente y, de una manera u otra, acabará metiendo al Barça de por medio y llevará a parar al fin de ciclo, si es que a este inicio catastrófico no le sigue una reacción que, visto lo visto, parece imposible.

El desplome de España dejó muy malparados a quienes durante seis años han mantenido la hegemonía en Europa y en el mundo. Casualidad o no, que no lo es, a la que el mejor Barça se ha ido apagando, la selección ha ido emitiendo señales parecidas, como en la final de la Copa Confederaciones (el 3-0 con baile de Brasil) y en algunos partidos de clasificación.

Siendo honestos, durante la primera parte, la mayoría pensó que esa hoja de ruta seguía siendo buena. Desde la perspectiva culé, Xavi e Iniesta se parecieron a los de siempre, y es probable que a más de uno le diera la misma rabia que sentirá si el Messi de Argentina es el mejor Messi del Barça. Nadie jubilaría a ese Xavi. Igual que ningún madridista renegaría de Casillas cuando hizo ante Sneijder lo mismo que ante Robben en el 2010 Después, todo saltó por los aires, y Holanda hizo con España lo que el Bayern contra el Barça. Y no hay nadie a quien salvar.

Casillas fue el de las pifias que estuvo a punto de hacer perder la décima, Xavi y la corte de peloteros fueron engullidos, Piqué acabó tan mal como empezó y Ramos se puso a su altura, tal que jugara de central en el Barça de Martino. España no tiene nada perdido, pero el debate sobre el estilo está servido y, como en el Camp Nou, habrá muchos que correrán para bajarse del carro. Pues nada, que vuelva la furia.