Rochina acabó el debate de un plumazo. Los buenos, mejor en el campo. Y más si se trata de un equipo con tan poco fútbol como ha demostrado este Real Zaragoza. Solo tuvo una, únicamente apareció en una ocasión. Quedaban tres minutos, arrancó por la banda izquierda y, cuando llegó al área, soltó un zurdazo raso y potente que se le coló a Aouate por el palo corto. El tercero, el de los tres puntos, el que acabó con una racha negra que ya es histórica.

No hizo más Rochina y no hizo más el Zaragoza en una segunda parte de balones aéreos, faltas, caídas, carreras a ninguna parte y errores, muchos errores. El valenciano había entrado al campo en el minuto 54 para sustituir a Rodri, bastante inadvertido excepto en una acción en la que reclamó penalti al final de la primera parte, y no firmó nada reseñable hasta ese minuto 87. Un remate, un gol. Dos balones recuperados y cinco perdidos. Dos faltas recibidas. Ese es su resumen estadístico.

Lo que demostró Rochina es que la calidad sobresale. Que el futbolista diferente, con capacidad de desborde, con disparo, con orientación hacia la portería contraria, siempre es útil. Sobre todo en un Zaragoza tan plano, en un equipo que apenas crea ocasiones por partido, que le cuesta un mundo marcar y recibe goles con tanta facilidad, en un conjunto al que el fútbol abandonó hace meses, por no decir años. En esos casos es cuando se hace necesario contar con un futbolista autosuficiente, capaz de generarse y culminar una ocasión por sí mismo. Es lo que había venido haciendo Rochina desde que llegó en el mercado invernal, sin fortuna de cara al gol, también es cierto. Pero una discusión absurda con Jiménez le dejó fuera del equipo.

La discusión

Rochina se había ganado la titularidad, aportando la frescura en ataque que en la primera vuelta se había visto en Víctor Rodríguez. Pero el equipo estaba inmerso ya en una dinámica autodestructiva que solo empeoraba con el paso de las semanas. Hasta que llegó el partido frente al Granada. Que si el entrenador dice es un jugador muy individualista que solo ha hecho dos disparos a puerta --solo, como si los demás bombardearan al portero sin piedad--, que si el jugador responde que cree que ha hecho algo más. Total, Rochina a la grada. Y el Zaragoza derrota tras derrota.

Dos partidos sin convocar le costó el cruce de declaraciones con el técnico, hasta que regresó frente al Barcelona después de que Jiménez atendiera buenos consejos, dándose cuenta de la evidencia. En defensa, el Zaragoza es un poema. En ataque, escasean las ideas, por supuesto los pases medidos, Postiga es una isla, no hay desborde. Por eso es un soplo de aire fresco que un futbolista pueda encarar, marcharse por velocidad, disparar desde lejos y que el balón llegue a la portería... Aunque lo haga solo dos veces, incluso una sola, en un partido ¿Individualista? Puede. O puede también que no haya nadie con quien asociarse. Ayer, en un partido de despropósitos, la solución acabó siendo un fogonzao, el único, de Rochina.