Menos de 20 metros separan las cristaleras de la actual terminal de pasajeros del aeropuerto de Zaragoza de la que hace solo diez años le daba el mismo servicio al pasajero. Con menos de un tercio de la superficie que tiene ahora, con elementos que hoy podrían considerarse como retales vintage de otra época en la capital aragonesa. Cuando no solo los datos eran otros. También lo eran los destinos, los objetivos, las potencialidades, las necesidades y las compañías que operaban en ella. Hoy muchos de ellos permanecen todavía en su interior, en la planta baja donde antaño se movían maletas y estresados viajeros en busca de su puerta de embarque. Hoy son la foto congelada de un pasado que ha quedado muy atrás.

Ya han transcurrido diez años también para este pequeño edificio contiguo a la pista de Garrapinillos. El mismo que Zaragoza decidió vaciar después de realizar tres ampliaciones de sus instalaciones, todas ellas en dirección al espacio que hoy ocupa la actual terminal de viajeros. De hecho, el personal que vivió el traslado recuerda que «se tuvo que demoler parte de la zona de llegadas y llevarla al módulo auxiliar contiguo», a la izquierda del edificio. Hoy son los mismos 45 trabajadores que entonces, y comparten la primera planta de este viejo edificio con los de Defensa.

En la fachada se aprecia el ladrillo de la construcción original, la que se levantó en los años 60 de la pista bautizada con el nombre del general Sanjurjo, y las extensiones posteriores, de materiales más modernos y baldosa grande. Es la cara más visible de unas instalaciones que guardan en su interior su mayor encanto.

En la zona de llegadas, permanece el mupi publicitario negro con forma de torre de control, formado por tablones que, al girar, mostraban distintas imágenes de Zaragoza. Era la forma de vender ciudad. Este fue «un regalo del ayuntamiento que nunca se llevó al cerrar la terminal». Se quedó allí y ahí sigue, como uno más de los bienes que Aena mantiene intactos desde hace una década. Junto a un póster que mostraba un aeropuerto del futuro que no se parece en nada al actual.

También los mostradores de facturación, seis tenía (ahora hay 15 en el nuevo edificio) o la ventanilla de Iberia junto a ellos. Se accedía desde un vestíbulo principal que conserva en sus paredes las pinturas murales y ese homenaje al pladur que tenía por techo. Junto al pasillo de salida a la pista sigue la ventanilla de información forrada en madera, más propia de otras épocas que de ahora.

También permanecen las ventanillas de las compañías. Con vestigios de Plaza Servicios Aéreos, aquella firma que se inventó la DGA y que se hundió. Una huella más de otra época.