T RALSTOM, MARGINADO N

El Gobierno del PP tenía decidido que una parte de la adjudicación de los trenes de alta velocidad recaería en Talgo mucho antes de que se convocara el concurso. Esta empresa nunca había fabricado un convoy que pasara de los 200 km/h, pero era una apuesta por la tecnología española y había, sobre todo, un factor decisivo: sus propietarios, la familia Oriol, mantenían excelentes relaciones con José María Aznar. Su inexperiencia obligaba, sin embargo, a premiarla sólo con una parte del pastel. El candidato natural para obtener el resto era Alstom. Además de ser el pionero y líder mundial en alta velocidad, disponía de dos fábricas en España. Pero era el tren de Felipe González. Así que el tercero en discordia, Siemens, que sí tenía experiencia, se llevó el gato al agua.

T RSIN PATENTES N

Al no disponer de la tecnología adecuada, Talgo tuvo que formar consorcio con un especialista, la canadiense Bombardier, pero resultó que éstos eran los propietarios de la patente del tren que Siemens presentó a concurso, el ICE-3, y le prohibió utilizarla. Los alemanes han tenido que crear su tren partiendo de cero. Con un agravante. Al no tener apenas talleres propios en España, se aliaron con Alstom, pero el perdedor del concurso no dio facilidades. La relación acabó en divorcio, y de los trenes de Siemens no hay noticias.

T RLA QUIMERA N

El caso de Talgo es aún peor. Pactó con Fomento, a espaldas de la opinión pública, una rebaja en la velocidad. Nunca podrán alcanzar sus trenes la velocidad prometida de 350 km/h. Ahora ni siquiera pueden pasar de los 200 km/h, porque no disponen de los equipos de señalización de a bordo. Talgo no los fabrica y tuvo que encargarlos fuera. ¿Adivinan a quién? A Siemens.