"Gentío": ésta ha sido una de las palabras más escuchadas en los Pilares de este año. Han resultado, sí, unas fiestas muy concurridas, tanto en la calle como en los escenarios. Y ayer, tras nueve días con sus nueve noches, se llegó al punto final. Como manda la tradición, una espectacular sesión de fuegos artificiales en torno al Ebro marcó el fin de fiesta. Al filo de la medianoche estalló la traca, un espectáculo que con los años ha ido ganando en cantidad y calidad, con muchos espectadores, grandes y algunos pequeños, aunque mañana (hoy) fuese día de trabajo o cole.

A primera hora de la mañana de hoy, desde los servicios municipales y de la Sociedad General de Autores (SGAE), las máquinas de sumar habrán empezado a echar fuego para hacer el balance que la concejala de Cultura, Rosa Borrás, anunciaba con antelación. Una comparecencia para cifras mareantes (en conjunto, 517.000 entradas a la venta) y para las apreciaciones de rigor. Los responsables del diseño del programa de este año tienen la percepción de que la cosas han salido bien y que, en todo caso, a partir de ahora se pueden hacer retoques al alza, sobre un planteamiento festivo definitivamente consolidado. Siempre hay "peros" en el camino, y en esta edición también se han dado. Puestos a realizar retoques habrá que tener en cuenta que, a mediados de diciembre, sabremos si seremos la ciudad del 2008 y este factor determinará, como apunta la concejala, la orientación del nuevo programa.

Volviendo al balance global de este año, además del peso del programa, hay que considerar el buen tiempo del que se ha disfrutado, aunque se torciese algo en este fin de semana, y también el puente del Pilar, que ha vaciado los colegios y ha llenado los hoteles de visitantes. Las 8.000 plazas hoteleras que dispone la ciudad se llenaron prácticamente al 100% el primer fin de semana.

El sector de la restauración también se han visto beneficiado. Las subidas en este octubre han sido de gran calibre: entre un 10 y un 15%. Si alguien tenía dudas, está visto que Zaragoza, en comparación con otras ciudades de su tamaño, ha dejado de ser una ciudad barata.

Los precios en barra, el aumento de las medidas de control y quizá --para algunos-- la determinación de beber con más cabeza, han tenido como resultado que las intoxicaciones etílicas hayan bajado drásticamente. Así, en el paso del ecuador de los Pilares, los servicios atendieron un 90% menos de casos que en el 2003. Han sido, pese a los sucesos, fiestas más bien tranquilas. Incluso los carteristas han hecho ascos a la Ofrenda de Flores.

Veinte toneladas de flores configuraron el manto de la Virgen; la plaza del Pilar se convirtió nuevamente en centro festivo. Pero también ha habido otros focos con tirón: La Feria General de Zaragoza, con sus 338 expositores, cerró ayer su edición número 64 con miles de visitantes. En Miguel Servet continuarán unos días más las ferias, quizá por último año, y un poco más allá está visto que el pabellón de Interpeñas se ha quedado pequeño. Los peñistas se han volcado con la fiesta, demostrando también que saben madrugar después de salir. Las vaquillas, con sus sustos, no han fallado. Lo que no ha estado a la altura de las circunstancias hay sido la feria de La Misericordia.