Una de las joyas del patrimonio del Ayuntamiento de Zaragoza, el Palacio de Fuenclara, cerrado desde hace décadas, podría tener futuro como sede de la Fundación CAI. Al menos esta entidad sin ánimo de lucro está interesada, aunque de momento considera que las condiciones para acceder a él son excesivas. A pesar de lo simbólico del inmueble -fue en el pasado sede de Acción Social Católica, uno de sus patronos, y albergó una de las primeras oficinas de la caja aragonesa-, los cálculos exceden sus necesidades de espacio y, sobre todo, los costes. En torno a cuatro millones de euros costaría reparar tantos años de olvido y abandono por parte del consistorio, que ahora ve con buenos ojos su interés, manifestado desde hace meses, cuando incluso sus técnicos fueron a visitar sus instalaciones.

La razón de que la Fundación CAI se dirigiera al ayuntamiento preguntando por el Palacio de Fuenclara es su imperiosa necesidad de buscar sitio en Zaragoza para trasladar su actual sede del paseo Independencia. El edificio está a la venta, al menos su principal propietario, Grupo Ibercaja, está buscando un comprador, y mientras da con él renueva cada seis meses la posibilidad de programar actividades en los cerca de 4.000 metros que ocupa la fundación. Según las fuentes oficiales, así lleva prorrogando su uso «desde hace año y medio». Ahora tiene «hasta el próximo mes de diciembre».

Esas son, básicamente, sus necesidades de espacio. Y su plazo para moverse de Independencia depende del interés que suscite en el mercado todo el inmueble, del que le corresponde «un porcentaje», no la totalidad. El precio de la venta le dará la disponibilidad de dinero para invertir. En Fuenclara o en cualquiera de las ubicaciones alternativas que ya está sondeando.

Mientras, la posibilidad de ocupar Fuenclara pasaría por un acuerdo de «cesión a precario por 50 o 75 años» a cambio de asumir las obras de rehabilitación. En su totalidad lo ve improbable pero quizá la solución pase por compartirlo con otras entidades que cooperen en la factura. Una posibilidad que ayer también apuntó el responsable de Urbanismo, Pablo Muñoz, dado su deseo de albergar usos culturales y sociales en él. Para un inquilino o varios.

Es imposible no recordar que la CAI tuvo la Torre del Agua en esa misma cesión a 75 años y renunció a ella. «Eran otros tiempos, el proyecto que se pretendía era excesivamente ambicioso y ahora las necesidades son otras. Se trata de buscar una sede».