Casi al final del partido, Casado recurre a la metáfora futbolera: «Solo hay dos grandes equipos, solo uno puede ganar, solo PP o PSOE». Estaba pidiendo el voto para los populares pero parecía un defensor, que no un defensa, del equipo llamado bipartidismo, alineación que tantos españoles añora. Sobre todo Sánchez y el propio Casado. También vimos ayer en lides futbolísticas a Albert Rivera, que se enfundó la camiseta naranja y se echó un partidito de fútbol sala. Así son en Ciudadanos, de derechas pero poco, de izquierdas, pero antes. Fútbol, pero no a lo grande. Morigerados más que moderados. Entre chut y fuera de juego, le preguntaron los periodistas al líder de Cs por la ocurrencia de la Asamblea de Madrid de aprobar una iniciativa que ve bien la posible ilegalización de partidos que propugnen la independencia. Dijo Rivera que prefiere ganarles en las urnas, menos mal, pero no se desmarcó del todo de esa propuesta del tridentre diestro, Vox, PP y Ciudadanos, que suena a delantera olvidable o a defensa de las que pone el cerrojazo. Son más simpáticos por separados que juntos. Sánchez en la tele. El otro día con Ferreras.

A este paso, amigo lector, somos usted y yo los únicos a los que no ha entrevistado todavía Ferreras, que más que vivir de la tele vive en la tele. Y ayer en TVE. Sánchez, no Rivera. Esta vez el presidente no se mostró tan desafiante con el periodista, como hizo en RNE, cuando declaró poco menos que él manda en la Fiscalía. El líder del PSOE piensa a veces que entre las atribuciones presidenciales está perdonar vidas. Mucha tele está enganchando Sánchez, mucha necesidad de salir, esprint final. Por la banda del 9, del delantero centro. Déjate de izquierdas, le han dicho a Sánchez, no vales para extremo, no a los extremismos, corre por el terreno que, sobre todo en Cataluña, antaño transitaba Ciudadanos. Acabó campaña en Barcelona, capital del dolor. Se le ve algo fatigado. Quizás de todos nosotros. Tal vez de la campaña, la más corta pero más estomagante. Las invectivas sustituyen a las propuestas. Hoy habrá descanso, si es que no nos dan muchos sobresaltos los que amenazan periodistas, queman contenedores, incendian coches y pisan espíritus de paz. Una agitación para la que ya no tenemos edad. La frase, dada la peligrosa magnitud de los desórdenes y desmanes que se ha producido, puede también pronunciarse con catorce años. En menos de 48 horas se disiparán bastantes dudas pero tal vez no la principal: quiénes van a gobernar. Los cursis dirán que es tiempo de pactos, pero en realidad bastaría con que no se detestaran. En algunos hogares, como en el de Nadia Calviño o María Jesús Montero, esperan de regalo navideño una cartera ministerial. Y se la piden a los reyes magos o a Sánchez o Casado, que si no se portan bien, van a ser obsequiados con el nuevo carbón de la política: el bloqueo. Que llegue la Navidad y tengamos Gobierno está bien, se siente uno menos solo. La Navidad no es tiempo de soledades, echa uno en falta a seres queridos, a veces la familia no está cerca, los amigos están muy ocupados, al hombre solo, no al concreto, al concepto genérico de hombre moderno, lo que le hacía falta encima es no tener Gobierno en fechas tan señaladas. O sea, nadie a quien echar las culpas de todo, ningún viceministro del que hacer memes, ni un mísero presidente del Gobierno del que despotricar con el cuñado mientras se doblega la botella de Mcallan; ningún subsecretario del que mofarse o envidiar, ningún ministro corrupto cuyas cuitas y evasiones nos alegre el Telediario, que ya mismo se almibara con piezas lamiosas y navideñas. Nada. Soledad del gobernado. Y encima hacen parón en La Liga.