No es lo más común pensar que la ciencia de la geografía puede estar ligada a temas de salud, pero, una vez se conoce la investigación que llevan a cabo el grupo de geografía de la Universidad de Zaragoza junto a otras disciplinas como medicina y sociología, se llega a entender que, sin ellos, no se podría avanzar en muchos aspectos relacionados con la pandemia sanitaria que se está viviendo actualmente.

María Zuñiga es la investigadora principal del Desarrollo de herramientas geoespaciales de apoyo para la mejora de la gestión de la información en alerta sanitaria del covid-19 y asegura que llevan «bastante recorrido» uniendo la salud y la geografía. «La salud en gran medida tiene que ver con el entorno en el que viven las personas, cuyas características nos pueden dar pistas sobre cómo está funcionando una enfermedad, si tiene un patrón espacial y cómo va a evolucionar en un futuro», explica Zuñiga.

El objetivo de esta investigación es conseguir que los mapas «sean una herramienta que permitan gestionar toda la información que se genera en las administraciones públicas de los datos que se reciben de los centros de salud, de los hospitales y de los resultados de las PCR». Toda esta información que llega hecha un ovillo de lana, Zuñiga y su equipo se encargan de darle forma y desenredarla para poder entregarla de manera clara y que se puedan tomar decisiones a través del análisis de dichos datos. «Una de la manera de que toda la información tenga forma, es plasmarla en un mapa y que pueda servir como cuadro de mando para el Departamento de Sanidad de la DGA».

PREVENCIÓN

En un primer momento, los datos se generan a nivel individual pero posteriormente «se pueden ir agregando en un mismo edificio, en una misma manzana o en una misma zona básica de salud, lo que nos permite trabajar a distintas escalas y tomar decisiones como qué zonas confinar», explica Zuñiga.

Dicha investigación no solo sirve para actuar a posteriori, sino que se puede utilizar para prevenir posibles contagios «en espacios que hay que tener especialmente protegidos porque son más vulnerables si hay personas mayores o que tienen una situación donde las consecuencias a nivel económico pueden ser muy graves». Otro de los objetivos de estas herramientas es que es muy eficaz para transmitir información a la ciudadanía en unos momentos donde es muy necesario saber cuál es la situación de la comunidad.

María explica que lleva trabajando en temas de geografía y salud desde el año 2010, cuando empezaron con temas relacionados con la depresión debido a que «es una enfermedad mental en la que afecta mucho el entorno». Actualmente, esta metodología ha sido aplicada al covid-19 gracias a una financiación de 9.000 euros del banco Santander y «funciona bien y los resultados hacen que estemos muy satisfechos», asegura Zuñiga. Tales son los buenos resultados obtenidos, que comenta que los primeros mapas que salieron a la luz relacionados con la pandemia «han dado pistas de dónde iban a ser los brotes de la segunda oleada», lo que ha ayudado a plantear posibles escenarios y espacios en los que había que prestar especial atención. A pesar de esto, Zuñiga cree que habría que seguir investigando a medio plazo debido a que la cercanía a los datos le permite asegurar que seguimos en una situación «complicada».

5.000 personas dan voz a lo sentido en el confinamiento

La Oficina Técnica de Participación, Transparencia y Gobierno Abierto del Ayuntamiento de Zaragoza, junto a la Cátedra de Territorio, Sociedad y Visualización Geográfica de la Universidad de Zaragoza, realizaron una encuesta sobre el confinamiento. La investigadora María Zuñiga cuenta que obtuvieron 5.000 respuestas, «una muestra muy potente» en comparación con otros estudios a nivel nacional que solo consiguieron 1.000. Esta investigación iba más allá de saber quién había estado enfermo «sino que preguntaba si las personas habían pasado miedo, inseguridad o cómo estaban personalmente. «Es una pandemia social y tenemos que abordarla así y poner alma a los datos».