La presidenta Luisa Fernanda Rudi estaba ayer muy enfadada. Más de lo habitual. Debía ser porque su jefe de filas, Mariano Rajoy, le ha roto su esquema en plenas fiestas navideñas y ha tenido que ponerse a mover ficha cuando menos lo tenía previsto. No puede ser por otra cosa, puesto que la crisis actual del Gobierno de Aragón estaba más que cantada. Casi, desde que en julio los consejeros tomaron posesión. Y está escrito: el PAR entrará en la DGA a principios de año de la mano de Arturo Aliaga, y el consejero Mario Garcés se irá al Ejecutivo central cuando el PP gane las elecciones. Incluso más adelante se dijo: el consejero de Agricultura saldrá del Gobierno aprovechando la reestructuración anterior. Y esto es lo que ha ocurrido.

Claro que en menos de seis meses haya una crisis de Gobierno y Rudi decida cambiar hasta el organigrama que tanto le costó organizar, significa que hay mucha provisionalidad en ese equipo, que se gestiona sin unos parámetros claros y que la presidenta sigue con su peculiar estilo de hacer poco y aparentar. Siempre y cuando no signifique que sigue pensando en irse a Madrid...

Así, se ha perdido mucho tiempo con Aliaga y el PAR. El exconsejero de Industria con Marcelino Iglesias lleva seis meses desencajado porque lo lógico era que hubiera seguido en el Gobierno, y su gestión no admite dudas. Desde luego, él hubiera hecho algo más en este tiempo.

Lo de Garcés puede ser hasta insultante, porque llegó como un campeón a poner las pilas económicas a los aragoneses y deja todo pringado por un puesto en un ministerio que se ha trabajado desde Zaragoza, pero que es más que discreto. En Agricultura y Medio Ambiente se ha vivido una indignante interinidad. Ahora Lobón, el hombre comodín que es como un aristócrata antiguo que sirve para intrigas de palacio y para conciertos en el campo se pone a trabajar. De traca.