El apagón de la térmica de carbón de Andorra el 30 de junio del 2020 supone la desaparición de uno de los mayores centros de producción de luz de España. Con sus 1.050 megavatios (MW) de potencia instalada repartidos en tres grupos de generación, ha sido desde su puesta en marcha en 1979 una pieza clave en el engranaje del sistema eléctrico español, al nivel casi de lo que supone una central nuclear. Por sí sola, es capaz de cubrir la demanda eléctrica de todo Aragón durante medio año. Pero la desaparición de este portento industrial supone también matar la gallina de los huevos de oro de esta comarca, cuyo hueco será difícil cubrir por suponer la principal fuente de riqueza y empleo.

Cuando inició su actividad hace ya casi 40 años, Endesa tenía en plantilla 450 trabajadores. Este número se ha ido reduciendo hasta los 159 que hay ahora (el último ERE del 2016 recortó 42 empleos), a los que hay que sumar más de 200 puestos en las subcontratas de mantenimiento, transporte o limpieza.

La producción de la central ha sufrido altibajos en la última década a raíz de la retirada de los incentivos públicos que primaban su funcionamiento. La caída del consumo de luz en los años de crisis y la competencia entre las tecnologías de producción eléctrica (en especial, las renovables, que tienen prioridad) también le han restado protagonismo. Aún así, en el 2017 generó 4.100 gigavatios hora (GWh), el 1,7% del consumo de electricidad de toda España, y este año prevé acabar con 3.700 GWh.

Cuando funciona a plena carga, consume al día unas 15.000 toneladas de carbón y 2.000 de caliza. El trasiego de camiones es otra de sus características. Hasta 50 vehículos pesados entran y salen cada hora para transportar el lignito desde las tres minas que quedan en la zona (en Ariño, Foz Calanda y Estercuel), y suministrar arena caliza, necesaria en el proceso de desulfuración que se lleva a cabo para retener el dióxido de azufre. Desde el Puerto de Tarragona llegan además a diario entre seis y ocho trenes cargados con carbón de los cinco continentes -su origen varía en función de los precios-.

Esta instalación esconde múltiples curiosidades. Especial simbolismo tiene la altura de su chimenea, que con sus 343 metros es la segunda edificación industrial más elevada del país. Su demolición en los próximos años supondrá todo un hito. Es también el primer productor nacional de yeso, aunque sea de forma colateral como fruto del proceso de desulfuración.

Para Andorra, Endesa es algo más que una empresa al uso. Está en el origen de algunos de los edificios e instalaciones más emblemáticas de la villa minera, como las piscinas, la sede de la comarca o un buen número de viviendas. La plantilla de la térmica cuenta desde siempre con importantes beneficios sociales, como descuentos en el recibo de la luz.

Con el mismo fervor que en la zona se defendía su continuidad, los ecologistas exigían su cierre, ya que genera dos tercios de las emisiones de CO2 de toda la industria de Aragón. Aunque el carbón forma parte de la ADN, la heredera de la aragonesa ERZ, hoy en manos del grupo italiano Enel, ha optado finalmente por dar al traste con esta industria.