La gran «ansia de libertad» que existía en los años finales del franquismo llevó a Rosa Borraz a comprometerse con las luchas sociales. La primera vez que pisó la cárcel de mujeres solo tenía 21 años. «No sufrí torturas, solo humillaciones y tirones de pelo», recuerda. La arrestaron cuando estaba repartiendo octavillas durante la noche por un polígono industrial con otros tres compañeros. La segunda vez fue por participar en una asamblea de maestras. «Abordamos el convenio colectivo en la enseñanza», recuerda. En su segunda estancia en prisión formaron un grupo de solidaridad con el resto de presas. «Enseñé a escribir a una compañera gitana que era casi analfabeta», recuerda. Con el paso del tiempo Borraz ha ejercido diversos cargos públicos en la administración aragonesa. «La sensación que tengo ahora es que en aquellos años hicimos lo que había que hacer, la Transición se logró porque mucha gente anónima luchó por la libertad», asegura. Borraz recuerda aquellos años con la sensación de que muchas mujeres se reunieron en torno a una inquietud común. «La conciencia de que había que romper la dictadura unió a mucha gente», indica.