En las cuestiones económicas, como en los demás aspectos de la vida, cada uno cuenta la feria según le va en ella. Por lo tanto, la respuesta a la pregunta de cómo ha ido la economía en el año que termina y las perspectivas para el que comienza depende de a quién se la hagan. No es la misma para un español que haya perdido su empleo porque su empresa ha decidido trasladarse a otro lugar que para un eslovenio o un chino que se haya visto favorecido por esa deslocalización.

Pero si vemos las cosas desde una perspectiva global, se puede decir que el 2004 ha sido un año económico excelente. EEUU ha mantenido su buen comportamiento, aunque haya sido a costa de vivir por encima de sus posibilidades. Asia, en particular China, está por las nubes. Después de casi dos décadas de estancamiento, Latinoamérica se ha animado con el aumento de los precios de las materias primas (petróleo, cobre, soja, café, caucho, etcétera), que tienen a China como principal comprador. Mal que bien, también Rusia va saliendo adelante impulsada por el aumento de los precios del petróleo. Africa, dentro de sus males endémicos, ofrece algunos síntomas alentadores. El patito feo de esta historia es la Unión Europea, aunque España se salve, empujada por la continuidad del dinero barato y la construcción de viviendas.

PRECIOS Y TIPOS A pesar del aumento de los precios del petróleo y las materias primas, el nivel general de costes de nuestros países --es decir, la inflación-- no se ha alterado sustancialmente, al menos hasta ahora. Y eso ha permitido que el precio del dinero --los tipos de interés-- siga estando a niveles tan bajos como no había ocurrido desde hace más de cuatro décadas. El mejor de los mundos posibles: crecimiento sin inflación. Este crecimiento ha tenido efectos positivos en la calidad de vida de la gente. Aunque no hay acuerdo unánime entre los economistas, la pobreza, medida por el número de personas que viven con menos de un dólar diario, parece haber descendido en el mundo. La explicación está en el crecimiento de China y la India, que ha sacado de la pobreza absoluta a decenas de millones de personas.

UN MUNDO MAS DESIGUAL Sin embargo, esta disminución del número de pobres es compatible con el mantenimiento de una elevada pobreza en el mundo --que penaliza especialmente a las mujeres y los niños-- y el aumento espectacular de las desigualdades entre ricos y pobres. El mundo es hoy más rico de lo que nunca ha sido, pero es más desigual. Los economistas han prestado poca atención a este fenómeno, quizá porque su formación académica acentúa más la preocupación por el crecimiento de la renta (eficiencia) que por su reparto (equidad). No hay una única causa que explique la desigualdad, pero sin duda las políticas de reforma económica de estos años --disminución de impuestos a los ricos, reducciones de gasto social, flexibilización de los controles empresariales y apertura de los mercados-- la han favorecido.

Pero, en cualquier caso, está claro que la medicina más adecuada para reducir la pobreza y las desigualdades es el crecimiento, acompañado, eso sí, de políticas públicas y arreglos sociales que permitan un reparto más equitativo.

Por tanto, las preguntas clave son: ¿Qué ocurrirá en el 2005? ¿Seguirá creciendo la economía mundial? ¿Cómo nos irá a nosotros?

UN CAMBIO DE MODELO Difícilmente el 2005 podrá alcanzar la brillantez del año que acaba. Y aun así, será necesario cambiar el modelo de crecimiento de estos años. Como recordarán, el temor de los economistas y las autoridades después del atentado del 11-S en Nueva York era que la economía entrase en una época de deflación --algo así como la anorexia económica-- como consecuencia del miedo y la incertidumbre de los consumidores e inversores.

Para conjurar ese temor, George W. Bush dejó de lado el santo temor al déficit que predican los conservadores y se lanzó a conseguir la mejor recuperación que se puede comprar con dinero barato y déficit público. Con esos ingredientes, los norteamericanos se volvieron optimistas y se lanzaron a consumir por encima de sus posibilidades. Eso fue posible porque, a la vez, los asiáticos estuvieron dispuestos a prestarles sus ahorros para financiar su déficit. Pero ellos también salían ganando, porque los norteamericanos les compraban sus productos y así podían seguir creciendo. Y su crecimiento, como hemos visto, impulsó a su vez la economía del resto del mundo. Eso es la globalización.

LOS DOS DEFICITS DE EEUU Pero todo en la vida tiene sus límites, hasta para los ricos. La economía norteamericana ha acumulado dos desequilibrios gemelos difícilmente sostenibles por más tiempo: un déficit presupuestario cercano, para todo el sector público, al 6% del PIB, y un déficit comercial que ha rebasado ya esa mítica cifra. Algunos dicen que no hay que preocuparse, que eso ocurrió ya antes y no pasó nada. Pero el problema es que nunca antes EEUU había sido un deudor neto del mundo. De seguir así, la desconfianza acabará calando en los prestamistas asiáticos y, cuando eso suceda, adiós imperio. Algo de eso ha comenzado ya a ocurrir. La pérdida del valor del dólar provoca que muchos países y particulares sustituyan el dólar por el euro en sus carteras de reserva. Podemos estar asistiendo al comienzo del fin de la hegemonía financiera norteamericana.

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