La sala del Instituto Toxicológico de Estambul se encuentra vacía. La responsable de los equipos que realizan las pruebas de ADN de los afectados, Fatma Mukaddes, se muestra afectuosa aunque algo reticente a hablar. Se limita a explicar los datos técnicos de los exámenes. Sin embargo, la presencia de un extranjero despierta el interés de varios forenses, que poco a poco se acercan para mostrar su solidaridad con las familias.

"No entendemos cómo el Gobierno español no actuó con lógica y extrajo muestras a los cuerpos para realizar ellos mismos los tests de ADN. Somos profesionales, pero sentimos el dolor de todas estas personas", comenta uno de ellos.

Todos prefieren mantener en secreto su identidad, pero no dudan a la hora de relatar cómo fue su trabajo en las montañas de Trebisonda (Turquía) hace casi un año. Su labor consistía en "realizar sólo el examen externo de los cuerpos, no las autopsias". "A unos 30 se les identificó por sus anillos o tarjetas de identidad, un método nada fiable porque no es científico. Y ese sistema no es el establecido por la normativa vigente. Al resto, era imposible reconocerlos sin ADN".

Un hombre de mediana edad afirma que no podrá olvidar lo que sucedió en la empresa frigorífica de Trabzon donde colocaron los cuerpos. "Los llevamos allí porque había una cámara y podíamos trabajar sin problemas. Estábamos tres equipos: el español, el ucraniano y el nuestro. El trabajo de los ucranianos era algo más sencillo porque tres miembros de la tripulación eran mujeres y algunos llevaban uniformes de la compañía, aunque su identidad exacta es otra historia", comenta.

Un fallecido más

El primer dilema surgió cuando el equipo turco comprobó que había un fallecido más de los que aparecían inscritos en el manifiesto de carga. "Los ucranianos tuvieron que admitir que un bielorruso viajaba con la tripulación. Y que iba vestido de civil", asegura el experto. No confirma que ese hombre fuera repatriado a España --un informe del general Vicente Navarro, jefe del equipo médico español, señala que el número 75 pertenecía a un bielorruso y, precisamente, ese número aparece en la lista de las 30 víctimas que fueron enviadas a territorio nacional sin una identificación fiable--. Sin embargo, la expresión de su rostro bien parece una afirmación. "Es posible que los ucranianos se llevaran a algún español o al revés. Pero eso deben confirmarlo las pruebas de ADN".

Los primeros en actuar fueron los especialistas ucranianos: "Ellos reconocieron 13 cuerpos. Después, los españoles se llevaron a los demás. A algunos, simplemente por los restos del traje militar".

Añaden que al comprobar que resultaba "imposible" reconocer a 30 de los fallecidos, los expertos turcos transmitieron al general Navarro la necesidad de realizar pruebas de ADN a las víctimas, pero él insistió en repatriarlos. "Le planteamos la posibilidad de transportarlos en avión hasta nuestro centro, pero tenía prisa por enviarlos a su país. Hicimos lo que debíamos".

Sobre los restos hallados diez días después del accidente, uno de los expertos se limita a decir que no eran simples restos de tejidos, como trató de matizar el secretario de Política de Defensa, Javier Jiménez-Ugarte a las familias. Añade que aparecieron dos meses después y apunta que desconoce dónde se encuentran: "No sabemos qué se hizo con ellos y es posible que aún haya más en la zona del accidente, porque es muy extensa y los cuerpos estaban destrozados por la fuerte explosión", añaden.