El 6 de octubre de 1991, Sònia Rescalvo fue asesinada en el parque de la Ciutadella de Barcelona a causa de una brutal paliza perpetrada por un grupo de neonazis. El suyo supuso el primer crimen en España por el mero hecho de ser transexual y «dio visibilidad a una realidad que existía», según Carla Antonelli, diputada del PSOE en la Asamblea de Madrid y, como Rescalvo, mujer transexual.

Las personas trans han sido las grandes protagonistas del Orgullo LGBTI de este año celebrado por la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB). La etiqueta trans engloba a un amplio abanico de identidades: transexuales, travestis, transgénero... En definitiva, todas aquellas personas que viven en un género distinto al que les ha sido asignado al nacer en base a sus genitales. En España hay unas 46.000 personas trans, de las cuales un 10% son menores. Para muchos la t es la parte más olvidada del colectivo LGTBI.

En España no se derogó hasta 1995 la ley de peligrosidad social, la cual, junto a la del escándalo público (derogada en 1988), sirvió para reprimir la homosexualidad y transexualidad en el franquismo.

En el 2007 se aprobó la ley de identidad de género de Zapatero, la más significativa para el colectivo en la historia de la democracia: hubo que esperar 32 años. Esta norma permitió el cambio de nombre y sexo en el DNI sin necesidad de cirugía genital. Hasta ese año, quien conseguía el cambio del DNI era reconocido legalmente como «ficción de varón» o «ficción de hembra». El pasado noviembre, el PSOE presentó en noviembre una reforma de esta ley (actualmente está en fase de ponencia) que, como gran novedad, reconoce el derecho de los menores trans a cambiar su DNI.

El debate social en torno a estos menores ha dado mayor visibilidad al colectivo en los últimos años. Y también lo ha desestigmatizado.

Mané Fernández, vicepresidente de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB), destaca que, si hoy se habla de menores trans, es «gracias al trabajo de los mayores» que llevan años luchando. «Yo pensaba que era lesbiana», cuenta. «Hoy los menores y adolescentes tienen referentes. A mí me decían: Tú no eres una niña, eres un maricón», certifica Mar Cambrollé, presidenta de la Asociación de Transexuales de Andalucía, Sylvia Rivera. Cambrollé explica que actualmente la mayoría de los jóvenes están en las universidades, algo «impensable» en su época. «Entonces el 80% de los trans en España eran prostitutas. Hoy no llegan al 5%».

La semana pasada, la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció que elimina la transexualidad de su lista de enfermedades mentales, en la que entró en 1990 cuando salió la homosexualidad: hasta entonces, la transexualidad ni siquiera era tenida en cuenta. «Es necesario hablar de personas trans y no de transexualidad, ya que es un término patológico que se nos ha impuesto desde la clase médica», advierte Erik García, presidente de Visión Trans Aragón y miembro de la junta directiva de la federación estatal.

Desde Zaragoza, donde nació en el 2014, esta asociación se ha extendido por gran parte del país con el objetivo de «visibilizar el derecho de las personas trans porque existía mucha precariedad en cuanto a información. Queríamos unificar todas las voces de las personas trans y escuchar las demandas de estas personas que sufren delitos en ámbitos de educación, empleo, sanidad o deporte», añade García.

Un año antes, en julio del 2013, echó a andar Chrysallis, cuando un grupo de padres se unieron para defender, promover y difundir los derechos de la infancia y adolescencia trans. Tiene delegaciones en Aragón, Andalucía, Canarias, Cataluña, Castilla y León, Comunidad Valenciana, País Vasco, Madrid y Navarra.