Las vacaciones parecen haberle sentado bien. El presidente del PP, Gustavo Alcalde, tiene mejor aspecto, no se muestra tan ácido a la hora de defender sus argumentos políticos y ayer, ante las Cortes de Aragón, estuvo mejor que en otras ocasiones aunque no supo rematar su faena como jefe de la oposición. Le recordó a Marcelino Iglesias los olvidos que el presidente tuvo el día anterior en su discurso autocomplaciente, es decir, la crítica. Pero cometió el error de seguir defendiendo la política hidráulica que tanto daño le ha hecho a su partido y no recogió ni uno solo de los guantes que el jefe del Ejecutivo le lanzó. Las reformas de la Constitución y del Estatuto de Autonomía, la entrada de populares en el consejo de administración de Pla-Za, el agua y, en definitiva, los grandes proyectos de la comunidad, estuvieron al alcance de su mano, pero los dejó pasar. Aunque Alcalde hizo lo que pudo. Escuchar permanentemente desde su escaño, durante buena parte de la sesión, a su número dos, Antonio Suárez, repetir en voz alta y gesticulando, que "Pla-Za ya no es unánime" es para vivirlo. Patéticamente, claro. Suerte que el presidente Pina acabó llamándole la atención y lo puso en evidencia, pero esa frase es un buen reflejo de cómo actúa Alcalde. Sus colaboradores, esos que le siguen diciendo que se empecine en algunos temas, que escriben sus guiones una vez leídos los periódicos regionales, son los que le fallan. La materia gris hay que apartarla. Por eso, el jefe de la oposición cumplió su papel. El que se marcó.