Cuando termina de trabajar a las dos de la tarde en su oficina del centro de Zaragoza, Clara F. R. apenas pierde tiempo despidiéndose de sus compañeros. Se precipita a la percha de la que cuelga su abrigo, se lo pone y sale disparada hacia la Gran Vía para coger el autobús de la línea 20 que toma a diario para regresar a su casa en el Actur.

"Corro porque tengo ganas de llegar a casa, pero no sirve de mucho", reconoce esta secretaria de 32 años. "Todos los días me toca esperar en la parada, algunos hasta media hora, porque los autobuses van llenos, de estudiantes y de gente que sale de trabajar, y pasan de largo sin detenerse".

En horas punta, cuando los zaragozanos van a trabajar o vuelven de sus ocupaciones, el sistema de transporte colectivo de la ciudad se bloquea. El bus no va.

"Es vergonzoso", protesta Sebastián Gracia Gascón, un trabajador que coge cada mañana un autobús de la línea 35 en la calle de Sobrarbe, junto al puente de Piedra. "Desde que se empezaron a vender pisos y adosados en la urbanización Parque Goya I, el autobús viene siempre lleno y en esta parada se forman unas colas kilométricas".

Una queja muy repetida por los usuarios del servicio de transporte colectivo se refiere a los autobuses que pasan vacíos, justo detrás de otros vehículos que van hasta los topes de viajeros.

"La explicación es económica", subraya Julio Murillo, conductor de TUZSA que forma parte de la asociación vecinal Puente de Santiago. "La empresa cobra a razón de tres euros por kilómetro recorrido y en función del número de viajes", explica. "Por eso pone todo su interés en no perder ningún viaje y envía autobuses vacíos a completar el servicio que tiene programado para un día".

En su opinión, este sistema "de mirar más por la ganancia que por el servicio al ciudadano, obliga a los conductores a realizar su trabajo en unas condiciones pésimas, a toda velocidad, y eso repercute en que se producen bajas por estrés y por depresión".

De hecho, el comportamiento de algunos conductores de autobuses ha sido frecuente objeto de denuncia por parte de los usuarios. Las protestas se refieren por lo general a una conducción brusca y a los malos modales en el trato con el público.

El sistema GPS que advierte en algunas paradas del tiempo que falta para la llegada del siguiente autobús "es un fracaso", en opinión de muchos usuarios, que no quieren ser informados de los retrasos y problemas en las líneas, sino recibir un servicio regular con el menor número posible de incumplimientos horarios.

"El sistema de localización global no da de sí todo lo que podría dar, porque el centro de control necesita más medios y más personal", señala Javier Anadón, del CUT.