El cerro de San Jorge, tras dos años de obras en la ermita, volvió ayer a ser el epicentro de la ciudad de Huesca en la celebración del Día de Aragón. Las mairalesas realizaron el tradicional reparto de tortas de huevo, aunque la lluvia deslució la jornada.

La capital altoaragonesa está unida, desde época medieval, a tres santos mártires de importancia universal: san Jorge y los dos patronos de la ciudad, los santos Vicente y Lorenzo. Las crónicas del siglo XIV, como la de San Juan de la Peña, son las que relacionan a san Jorge con la batalla de Alcoraz. Cuenta que hubo dos batallas el mismo día, en Antioquía durante la Primera Cruzada y la de Alcoraz, y que san Jorge estuvo en las dos. En Antioquía ayudó a un cruzado alemán que se había quedado sin caballo. El santo lo subió al suyo y lo trasladó milagrosamente a Huesca. Una vez en Alcoraz, san Jorge desapareció.

Esta leyenda se conmemora en Huesca en la ermita de San Jorge, situada en el cerro del mismo nombre. En él había una iglesia dedicada al santo ya en el siglo XIII si bien la actual sustituyó a esta en el año 1554. El Ayuntamiento de Huesca acude a ella desde hace siglos para celebrar, cada 23 de abril.

A pesar de las inclemencias meteorológicas, los oscenses mostraron su satisfacción de recuperar esta tradición, después de que en el 2016 y 2017 la celebración se desarrollara en una carpa justo al lado del templo. Una alegría que también destacó el alcalde de la ciudad, Luis Felipe, quien resaltó la recuperación de un «lugar emblemático para la ciudad». El consistorio invirtió cerca de 60.000 euros en su rehabilitación y la ermita se pone de largo en un día en que «se conmemoran hechos de referencia para la comunidad y para la ciudad».

El consistorio habilitó una zona para evitar que los menores consumieran alcohol. En ella se ofrecieron bebidas adaptadas, bocadillos y se organizaron actividades lúdicas y musicales.