Con la nueva reforma fiscal, el Gobierno inicia el ciclo electoral de las municipales y autonómicas de mayo del 2015 y las generales de noviembre de ese año si, como parece, Rajoy no acorta la legislatura.

Las propuestas que ahora se ponen a exposición pública muestran que la reforma será compleja: incorpora cambios atractivos de reducción de tipos impositivos y tramos del impuesto sobre la renta y del impuesto de sociedades. Ahora bien, también incorpora cambios en los mínimos exentos y en las deducciones. Y quedan muchos aspectos que iremos conociendo gradualmente: habrá cambios en los importes nominales de los tramos, en los mínimos exentos de declarar, en la estructura de las deducciones que se mantendrán o que se incorporarán.

Con su propuesta, el Gobierno quiere vender la ilusión de una reducción del esfuerzo fiscal de las familias y de las empresas que se visualizará desde enero del 2015 en forma de menores retenciones en el impuesto sobre la renta y de menores ingresos a cuenta en el impuesto de sociedades. Si finalmente estas menores retenciones e ingresos a cuenta se convierten en un menor importe total a ingresar en la Agencia Tributaria ya se dilucidará en el 2016, una vez pasadas las contiendas electorales.

Asimismo, haciendo equilibrismos el Gobierno enviará a la Comisión Europea y a los inversores en deuda pública señales de que esta reforma no pondrá en cuestión los compromisos de reducción del déficit público. Confía para este juego a dos bandas en el buen comportamiento reciente de la recaudación impositiva y en el mejor comportamiento de algunas partidas de gasto, especialmente el pago por intereses y las prestaciones del paro. Lo que sí muestra esta propuesta es que el Gobierno deja para más adelante las reformas que puedan afectar al IVA, las contribuciones a la Seguridad Social, los impuestos sobre la propiedad, los impuestos especiales y los medioambientales.

Si finalmente la reforma de los impuestos de la renta y de sociedades pusiera en cuestión la recaudación, el Ejecutivo siempre puede poner en marcha según su conveniencia electoral estas otras reformas fiscales de impacto más inmediato, o bien una nueva ronda de restricciones a la financiación de las comunidades autónomas cargando el esfuerzo del ajuste fiscal, una vez más, aguas abajo.

Así que el Gobierno hace un número de ilusionismo fiscal y equilibrismo pero dejando puesta la red de seguridad. Esperemos que algunos de estos cambios y las próximas reformas hagan que los impuestos tengan tipos marginales más bajos y menos agujeros por los que muchas bases fiscales se escapan y dejan de hacer su equitativa contribución.