La marihuana parece estar por todas partes, a tenor del creciente número de cultivos ilegales que localizan los cuerpos y fuerzas de seguridad en Aragón, en particular la Guardia Civil. Hasta el punto de que es rara la semana en la que no se localiza un cultivo en el interior de una casa o camuflado en una zona de campos.

Esto explica que en el año 2019, según las cifras de aprehensiones disponibles, fueran incautados casi 4.000 kilos de marihuana, en concreto 3.732 kilos, al tiempo que fueron intervenidas en torno a 40.000 de estas plantas, tanto en plantaciones bajo techo como en parcelas de huerta o de monte.

El creciente hallazgo de estas zonas de producción ilegales es fruto de varios factores. Uno de ellos, muy importante, es el incremento de medios humanos y técnicos, como la utilización de helicópteros para sobrevolar el territorio. Estas aeronaves permiten avistar desde el aire sospechosos retazos de cannabis en medio de un paisaje frutales o de cereales e incluso también entre los pinos.

La colaboración ciudadana es otro factor muy importante, pues a menudo es el olor característico de la marihuana lo que despierta las sospechas. Otras veces, al observar un complejo entramado de cables eléctricos los investigadores deducen que hay tomas ilegales de luz, dado que el cultivo del cannabis en viviendas, naves y casas abandonadas requiere el uso intensivo de iluminación para acelerar el proceso de crecimiento y obtener más abundantes cosechas.

Con todo, el año 2019 fue especialmente exitoso en Aragón en la lucha contra el cultivo y la venta ilegales de cannabis. Una sola operación, llevada a cabo el pasado mes de noviembre, supuso la incautación de 3.500 kilos de la citada sustancia, cantidad que disparó las estadísticas de esta droga en la comunidad.

La plantación se hallaba oculta en una zona montañosa de los términos de Agüero y Murillo de Gállego, entre las provincias de Huesca y Zaragoza. Estaba incrustada en una extensión de pinos talados y la explotaban, presuntamente, seis ciudadanos albaneses. Fue la mayor operación para la erradicación del cannabis que se ha desarrollado hasta la fecha en todo Aragón.

Se trataba de una plantación industrial, tanto por sus dimensiones como por las canalizaciones de agua creadas con el fin de regar las plantas. Por ello fue preciso un gran esfuerzo por parte de la Benemérita para desmantelar la instalación y trasladar todo lo incautado hasta un camino accesible desde el que se pudiera cargar el alijo.

ESCALA INDUSTRIAL

Otra operación de gran envergadura se llevó a cabo en julio del año pasado en Cuarte y El Burgo de Ebro, donde fueron incautadas 4.472 plantas de cannabis en diferentes fases de crecimiento que fueron descubiertas en naves industriales que contaban con un perfeccionado sistema de riego, ventilación e iluminación. En la misma operación fueron detenidas cuatro personas, de nacionalidad vietnamita, que vivían permanentemente en estas instalaciones.

La producción y el procesamiento de la marihuana se ha disparado desde el 2015, tanto en Aragón como en el resto de España, en particular en el corredor del litoral mediterráneo. Este incremento, que no ha pasado inadvertido para la Guardia Civil, que ha detectado una serie de tendencias.

MÁS INVERNADEROS

Una de ellas es un abandono progresivo del cultivo bajo techo, dado que llama más la atención de los vecinos y a menudo queda delatado por el desaforado uso de electricidad o su obtención fraudulenta. De ahí la preferencia por los invernaderos y por los inmuebles aislados.

A su vez, estos edificios deben ser fáciles de vigilar y tener un difícil acceso, tanto para eludir el robo por parte de otras bandas (el fenómeno conocido como vuelco) como para disponer de una vía de escape más rápida.

Los cultivadores, por otro lado, son cada vez más expertos y utilizan distintos trucos para ocultar la verdadera función de su invernadero, como la plantación de otras especies vegetales que hacen de tapadera. Asimismo, recurren a dejar zonas en barbecho para tener siempre terreno de reserva.

Los avances en el cultivo se ven acompañados por la utilización de un lenguaje cada vez más críptico para hablar de compra y venta de marihuana, al tiempo que se buscan emplazamientos apartados del punto de cultivo para realizar las transacciones.

Por otro lado, se ha observado que, con los años, se ha ido estableciendo un orden jerárquico en los cultivadores, con los más pequeños vendiendo a los que están por encima de ellos. Esta escala rige todo el sistema, desde los vigilantes de los invernaderos, que sale por mil euros al mes, a los grandes capos, que sacan a razón de 3.000 euros de media por un kilo de cogollos de marihuana colocados en el mercado europeo.

Finalmente, los más poderosos cultivadores de maría recurren a abogados que utilizan todo su poder de convicción para poner en cuestión la calidad de las sustancias aprehendidas al objeto de rebajar la pena.