Sin duda alguna las circunstancias meteorológicas han sido determinantes en el inicio de los incendios forestales de las sierras del Sistema Ibérico de Teruel y de Zaragoza. A la larga lista de riesgos climáticos que tiene Aragón en distintos momentos del año (largas sequías, desbordamientos de ríos, precipitaciones intensas, granizadas o heladas tardías) hay que añadir en verano los incendios forestales.

El estío es la estación más propicia para que se produzcan estos incendios en nuestra masa forestal que también afectan de forma significativa a campos de cultivo e incluso a poblaciones.

Al margen de otras consideraciones, para que se produzca un incendio de forma natural se tienen que dar unas circunstancias meteorológicas concretas sobre un monte que comienza a agostarse en la época estival por las altas temperaturas y las escasas precipitaciones, y especialmente en las provincias de Teruel y Zaragoza donde esas temperaturas pueden ser significativamente elevadas.

El inicio del fuego de estos días hay que buscarlo en otro elemento característico de nuestro clima veraniego, las tormentas, y muy especialmente las de calor, tormentas secas, es decir, de poca precipitación y con abundante aparato eléctrico. Rayos que descargan toda su energía calorífica en un suelo recalentado. Más de 4.000 rayos se registraron la madrugada del miércoles en la provincia de Teruel. Así comenzó todo.

Pero para el avivamiento del fuego y su posterior extensión hay que mirar hacia otros factores que podríamos considerar poco habituales, pero no extraordinarios. Una masa de aire muy cálida procedente del interior de la península ibérica muy recalentada días anteriores se internó por el sur de la comunidad, por la provincia de Teruel y el sur de la de Zaragoza, elevando los termómetros por encima de los 35° ya el martes y que el miércoles se acercaron a los 40°en zonas de sierra. Las noches tampoco dieron tregua al calor.

Una masa de aire cálida y muy seca con bajísimos porcentajes de humedad relativa, inferiores al 10%, y que notamos en medio Aragón con la sensación de estar viviendo en un verdadero horno. Todas estas circunstancias favorecieron la ignición en distintos focos.

Un último elemento se alió al resto, siendo decisivo. La velocidad del viento que movía esa masa de aire con rachas muy fuertes de hasta 90 km/h propagó las llamas.

La tormenta seca, los más de 30° de temperatura alcanzados, velocidades del viento superiores a 30 kilómetros por hora, y una humedad relativa del aire inferior al 30% han convertido la Regla de los 30, desgraciadamente en una regla de inusual exactitud.