Pocos clientes y mucho corrillo para comentar "lo de la legalización". Ayer por la tarde, en el sótano del centro comercial de Utrillas recién indultado de la amenaza de cierre, vendedores y público no hablaban de otra cosa: que la anunciada clausura por orden judicial se cae, y que la plantilla del híper y de los locales puede, por fin, respirar tranquila.

"Sonará exagerado, pero hay chicas a las que esto les ha costado una depresión. Te casas, te metes en una hipoteca y en el periódico te ves cada dos por tres que tu lugar de trabajo lo van cerrar. Estamos hablando de la economía familiar, de unos cimientos en los que vas apoyando tu vida y que de repente empiezan a bailar". Isabel vende muebles en el sótano del centro comercial de Utrillas y reconoce que personalmente lo ha pasado mal con el vaivén del centro. "El año pasado anulé las vacaciones por si de verdad cerraban, esto ha sido como una charlotada. Te condicionan la vida, y además sin ninguna información oficial, todo por la prensa".

Susana, su vecina de tienda, pasa la jornada laboral entre electrodomésticos y confiesa que se ha tomado el asunto con más calma que otros."No llegué nuca a creérmelo, veía imposible que nos cerraran. Los clientes hace tiempo que preguntan, y a veces te encuentras amigos que te dicen: ´¿Pero todavía funciona el híper? ¿No está ya clausurado?´. Así, cómo va a venir gente".

Los promotores de Utrillas se quejan de fuertes pérdidas económicas, de la imposibilidad de alquilar los locales cerrados ante las dudas sobre el futuro. Y los trabajadores corroboran que es un centro comercial "demasiado tranquilo" en cuanto a clientela. "Es verdad que hay locales vacíos y que algunos han cerrado, pero yo creo que ahora se le podrá dar más vida", aventuraba Susana.

Al fondo del sótano, la tintorería es uno de los negocios que ha resistido a los dos años de incertidumbre sobre la legalidad de Utrillas. "Una señora preguntó si le daría tiempo a recoger el abrigo antes de que cerráramos todo. La gente estaba preocupada".María Belén, de 22 años, sólo lleva desde noviembre trabajando en Utrillas Plaza. No ha temido por su puesto laboral, porque cree que sus jefes la recolocarían en caso de clausura, pero analiza otros inconvenientes: "Imagínate lo que sería llamar a todos los clientes para devolver la ropa si tenemos que marcharnos de un día para otro".

En el hipermercado propiamente dicho, la alimentación está en el sótano maldito . Salvador Garrido se iba ayer, como tantos otros días, con el carro lleno camino del párking, y se mostraba encantado de la legalización. "Yo vivo cerca y para mí es muy cómodo venir a comprar . Me viene fenomenal que esto siga funcionado".

Aunque el culebrón no haya terminado, porque cabe recurso judicial y el pequeño comercio lo va a presentar, la sensación en Utrillas es ya de tranquilidad. "Esto es como un pequeño Gran Hermano --asegura Isabel--, donde todos nos hemos visto juntos en un tinglado que no entendemos. Vamos a celebrar con champán que por fin nos dejan trabajar en paz".