El jefe del equipo médico español desplazado a Trabzon (Turquía) tras el accidente del Yak-42, el general Vicente C. Navarro, falseó los certificados de defunción y los informes médicos de los 62 fallecidos en el siniestro, ocurrido el 26 de mayo del 2003. Esa es la conclusión que se desprende tras constatar que en dichos documentos, Navarro asegura que se practicaron autopsias, mientras que ante la juez de la Audiencia Nacional Teresa Palacios admitió que no se llevaron a cabo los exámenes y que sólo se realizaron comprobaciones visuales, que definió como "autopsias light ".

La pésima actuación de los militares se pone de manifiesto al comparar tres documentos clave que corroboran los errores cometidos en los reconocimientos de 30 cadáveres: las supuestas autopsias --que nunca se llevaron a cabo--, el Protocolo de Entrega y Recepción de Cadáveres de Turquía y los certificados de defunción.

Un ejemplo muy ilustrativo es el del subteniente Joaquín Alvarez, destinado en el Escuadrón de Apoyo al Despliegue Aéreo de Zaragoza y una de las 30 víctimas mal identificadas. A Alvarez se le adjudicó la bolsa 17 y en la teórica autopsia firmada el día 27 por el comandante médico José Ramón Ramírez y el capitán médico Miguel Angel Sáez, quienes confesaron que no practicaron las pruebas necroscópicas, no se habla en ningún momento de dos datos clave que sí recogieron los forenses del Instituto Toxicológico de Estambul sobre las condiciones en las que se encontraba el cadáver.

En concreto, el informe turco, fechado el 28 de mayo, establece que "todo el cuerpo presenta quemaduras en grado de carbonización" y que no se le pudo encontrar "nada" que permitiera reconocerlo. Dos cuestiones que no aparecen en la falsa autopsia y que son de vital relevancia, ya que tal y como indicaron los forenses turcos, resultaba "imposible" reconocer los cuerpos calcinados salvo mediante test de ADN. El documento sólo establece que la muerte se produjo por "lesiones traumáticas multiorgánicas". También es revelador que en la parte superior del texto se hable de autopsia y se dé a ésta un número. Además, el documento dice que el cuerpo fue presentado a los médicos españoles con su identidad ya adjudicada, mientras que en el informe turco --suscrito un día después--, Navarro y el general de división José Antonio Beltrán admitieron que el número 17 era uno de los 30 cuerpos cuyo nombre desconocían cuando se repatrió. El mismo día 28, Navarro emitía el certificado de defunción de Álvarez, en el que afirmaba que se le identificó "de forma individual" y que "se realizó autopsia", a pesar de que en el protocolo turco queda claro que el subteniente fue repatriado sin una identificación completa. Igualmente, el certificado no hace referencia alguna al estado de carbonización y refleja que murió fruto de un "politraumatismo con lesión multiorgánica irreversible".Estos hechos refuerzan la postura de las familias, que acusan a los generales de prevaricación y falsedad de documento público. RESPUESTA TURCALos forenses turcos negaron en redondo ayer la versión dada por Navarro ante la juez Palacios, según la cual los médicos españoles no solicitaron copias de las muestras de ADN "porque los turcos se mostraron bastante esquivos".Miembros del Instituto Toxicológico de Estambul indicaron a este diario que explicaron a Navarro y Beltrán la imposibilidad de reconocer a los 30 fallecidos "carbonizados" salvo con pruebas de ADN. Y que se ofrecieron a trasladar los cadáveres al centro de Estambul para practicar los test. Un testimonio que desmonta la tesis de Navarro, quien afirmó que el traductor que leyó las actas no hizo referencia al párrafo en el que se reflejaba que 30 víctimas no se habían reconocido."Les dimos una alternativa --a él y a Beltrán--, pero insistieron en repatriar los cuerpos. Tomamos muestras de ADN por si algún día las familias exigían realizar los exámenes", apuntaron.Además, mostraron su "extrañeza" por que los médicos españoles no quisieran copias de las muestras genéticas para llevar a cabo las pruebas en España.