"Tengo muchas críticas hacia la Unión Europea. No veo medidas en políticas sociales ni medioambientales, ni que se preocupe por la situación de los jóvenes. Y no me olvido de que no movió un dedo en la Guerra de los Balcanes. Quiero ejercer mi derecho al voto, pero me informaré más. ¿Sabes? Los políticos se preocupan poco por informar y llegar a la gente. La política sigue estando alejada de los ciudadanos".

Iwona se resiste al abatimiento. Censura tantos defectos de Europa porque en el fondo sí cree que haya base para hacer las cosas bien. Ella, como su abuelo, es inasequible: Llegó a España con tres años huyendo de la crisis en Polonia. Aquí su familia se dio de bruces con tasas de paro inasumibles y con nueve años volvió al frío polaco. La caída del Muro de Berlín, las miserias del bloque comunista, la inflación desorbitada... Las maletas otra vez y para España, la del huso horario imposible. La familia Galazka como la eterna errante. Por eso Iwona lleva mal el pasotismo. "La gente en Polonia está dormida. Salir del comunismo te hace creer que cualquier cosa que venga de fuera será mejor, pero la entrada del euro ha hecho arrepentirse a mucho partidario europeo y la gente está condenada al éxodo. La vida está cara y un sueldo de una funcionaria industrial está en 600 euros". Y la Iglesia, que sigue entrometiéndose en la política de la zona oeste, próxima a Rusia.