Un impetuoso vendaval de indignada desafección sacude a las instituciones de nuestra democracia representativa: a la vista está el descrédito de los partidos políticos convencionales y, de forma especial, del sistema bipartidista, descrédito extensivo también, a la Corona.

La anunciada abdicación de Juan Carlos I, lógica y necesaria habida cuenta del creciente desgaste y errores cometidos por el monarca y diversos miembros de la Familia Real, sobradamente conocidos, es un intento de apuntalar, en la figura del príncipe Felipe, el cuarteado edificio de la monarquía española.

En estos días asistiremos a una previsible avalancha apologética de la figura y la labor del abdicado soberano, magnificando de forma laudatoria el papel del Rey durante los años de la Transición o en el frustrado golpe de Estado del 23-F. Sin embargo, ahora, la cuestión prioritaria no debe de ser el garantizar el futuro de una monarquía, institución ya de por sí anacrónica, sino el de regenerar en profundidad nuestra alicaída democracia, su credibilidad como instrumento útil para salvaguardar los derechos y libertades y, para ello, resulta indispensable abrir los cauces hacia una democracia más participativa en la cual la opinión de la ciudadanía pueda expresarse con mayor plenitud.

Estoy convencido que este vendaval democrático arrastrará a toda institución, bien sean partidos políticos o bien la misma Corona, que no asuma con coraje estas demandas, este nuevo tiempo político que exige abrir cauces nuevos hacia una sociedad más libre, justa y participativa.

En consecuencia, es el momento de plantear la necesidad de celebrar un referendo para elegir la forma que, mayoritariamente, deseamos los españoles para la Jefatura del Estado. Esta cuestión, estas elecciones primarias para optar entre monarquía o república, resulta ya inaplazable, fundamental por motivos de salud democrática, en la agenda política, tal y como han demandado diversos partidos políticos o la Corriente Izquierda Socialista del PSOE a la cual estoy adscrito.

Y, de convocarse, como deseo, el citado referendo, pienso sinceramente que el futuro pasa por la opción que representa la república federal, tanto en cuanto simboliza una garantía e igualdad plena de derechos y libertades, un modelo de Estado laico y auténticamente solidario para todos los territorios que, libremente, decidan conformar este Estado plurinacional que llamamos España.