Judith Córdoba, zaragozana de 27 años, trabaja como veterinaria en una clínica mixta --que atiende tanto a mascotas como a animales de granja-- en la zona de Limoges (Francia). La variedad de pacientes fue uno de los puntos clave de su elección, de hecho. Desde su experiencia, no le extraña que los jóvenes vayan a buscarse la vida al extranjero, "lo que me sorprende es que no se vaya más gente. De los 200 veterinarios de mi promoción solo hemos salido a otros países unos 15, y apenas hay trabajo de veterinario en España, muchos han tenido que acabar trabajando de cualquier otra cosa", explica.

Ella encontró su puesto ideal a través de internet, ya que quería salir de España, "donde fuera". Pero el dominio del francés le convenció por el país vecino. Y se muestra muy satisfecha de la elección. "En Francia los veterinarios estamos muy bien considerados como doctores que somos, y tenemos más responsabilidad, más competencias de las que podríamos asumir en España", explica.

Pero no solo la percepción de la sociedad sobre la profesión presenta diferencias. Las que existen en condiciones económicas y laborales, según ella, parecen abismales. "En España vi recientemente ofertas de trabajo de 40 horas semanales por 800 euros. Aquí son de 35 por obligación, y eso sin contar las guardias --remuneradas con 300 euros--. El sueldo mínimo que puedes cobrar en Francia dobla al máximo que puedes cobrar en España en las mismas condiciones", explica la joven emigrante.