El presidente de Aragón se puso ayer el mono de obrero de la política para intentar causar una sensación de eficacia y modestia. Como si quisiera pasar desapercibido, adoptó en la tribuna de las Cortes un tono casi de inventario con vistas a enunciar las acciones, méritos y aciertos de un Gobierno autónomo, el suyo, que, a su juicio, no sólo progresa adecuadamente, sino que roza la nota alta.

Durante la primera jornada del Debate de la Comunidad, en ningún momento vimos al Javier Lambán analítico y polémico de los últimos meses, dispuesto a bote pronto a opinar sobre temas nacionales, internacionales, ideológicos, estratégicos, sobre Trump, sobre la Constitución española y sobre lo que se le pusiera por delante... ¿Dónde estaba ese Lambán? Maniatado por la prudencia, quien ha sido látigo de Puigdemont se limitó a referirse de pasada a los «vecinos del este», sin dar siquiera otro palo a los secesionistas y expoliadores de arte eclesiástico.

De la derecha, su adversario natural, no dijo nada, tan sólo que no pudo ni podría gobernar pues PP, PAR y C’s (sin nombrarlos) no suman votos. Para la izquierda a su izquierda tampoco hubo comentario ni crítica, sólo un elogio a su aliada Chunta Aragonesista. Del Gobierno de Rajoy, silencio. De su partido a nivel nacional, discreción. De la corrupción, cero...

Lambán no citó un sólo nombre, ni del entorno de la política ni de la empresa, sindicatos, Universidad... No hubo referencias personalizadas. Tan sólo hechos, cifras, planes, actividad legislativa y una larga enumeración de infraestructuras en fase de desarrollo, más futuras leyes, más algunas novedades en materia de empleo juvenil, maltrato, igualdad, teleasistencia avanzada, residencias públicas, gratuidad de los libros de textos, observatorio de la escuela rural, 1% cultural...

Es de esperar que hoy, en la segunda jornada del Debate, con las críticas de la oposición, afloren temas candentes y, sobre todo, el modelo de Aragón defendido por unos y por otros. El de Lambán, socialista y aragonesista, según sus propias palabras, trata de cimentarse más sobre hechos que sobre sueños, más sobre números y cifras que sobre definiciones y conceptos. ¿Qué somos? ¿En dónde estamos? ¿Adónde vamos? Preguntas que un Lambán ojalá más desmelenado ataque hoy en el curso de sus intervenciones, en traje de presidente y sin tantos papeles.