Javier Lambán (Ejea de los Caballeros, 1957) es desde ayer a las 16.42 horas presidente de la comunidad autónoma de Aragón. Podemos, CHA, IU y su propio partido, el PSOE, apoyaron su candidatura; 35 votos frente a los 30 de PP, PAR y Ciudadanos. El domingo tomará posesión y el lunes formará Gobierno. Comienza la novena legislatura, la primera en las últimas décadas sin un pacto estable. El nuevo líder del Ejecutivo se comprometió a buscar el consenso y a cumplir con los acuerdos con la izquierda que le han llevado al Pignatelli.

Lambán apuraba barritas de cereales durante el largo pleno de ayer, el que le midió con el resto de grupos que conforman el hemiciclo. El socialista alcanza el poder gracias a un pacto de los grupos de la izquierda, al menos en la investidura. Una situación inédita en Aragón, después de décadas en las que PSOE y PP se han alternado en el Gobierno gracias a acuerdos con el PAR.

LA HORA DEL CAMBIO El nuevo presidente protagoniza un cambio sustancial. Accede al Pignatelli con un discurso nítidamente de izquierda, colocando a las personas en el centro de las políticas; sin prometer proyectos, sin hablar de infraestructuras. Las prioridades de Lambán no se miden en obras faraónicas, sino en palabras hasta ahora alejadas de la política: pobreza, exclusión y recomponer los servicios sociales. El mensaje del líder es fruto de la crisis, la económica, y también la de la propia socialdemocracia. Ambas engarzadas e indisolubles, imposibles de entender la una sin la otra, han dado a luz una nueva esencia para la acción de un gobierno, de un político, de cualquier partido que se precie.

Le advirtió a Javier Lambán el portavoz del PP, Roberto Bermúdez de Castro, que ha elegido un camino. Y le contestó el socialista que era consciente de haberlo hecho. Esa senda, la ahora emprendida por el nuevo presidente implica un acuerdo endeble, que de momento solo le ha garantizado la investidura y que presagia cuatro años --o los que sean-- de inestabilidad, o al menos de una estabilidad diferente a la que se estaba acostumbrado hasta ahora. Un Parlamento con siete fuerzas marca el signo de los tiempos.

Pablo Echenique, el televisivo líder de Podemos, puso ayer como ejemplo en su discurso la serie danesa Borgen, en la que precisamente siete partidos hacen piruetas para cuadrar un gobierno. Es la esencia de la madurez democrática, dijo. Olvidó otros aspectos que aparecen como el reparto de cromos, sillones y ministerios. Los acuerdos y los pactos no son nuevos en Aragón por mucho que se busquen paralelismos en la pequeña pantalla.

Fruto de esos pactos han emanado los últimos gobiernos, el que se va, liderado por la popular Luisa Fernanda Rudi, y el que viene, con Javier Lambán a la cabeza. En este caso, CHA ya ha anunciado que se sumará al Ejecutivo con una consejería, que recaerá en manos de José Luis Soro, que ha decidido renunciar a su acta de diputado. IU por el momento se mantiene en un segundo plano; su entrada en el Pignatelli podría producirse en una segunda etapa o fundamentarse en segundo niveles de la Administración.

Podemos es el grupo de la izquierda que más claramente prefiere quedarse más al margen. La cercanía de las elecciones y la incomodidad que la formación siente con el PSOE les obliga a la cautela. Lambán se deshizo en gestos y guiños hacia ellos en la sesión de ayer, consciente de que los necesitará, y de que pueden ser su principal oposición en el hemiciclo a partir de ahora. En la esencia de las políticas sociales parece haber, de todas formas, más coincidencias que discrepancias. Está por ver qué ocurrirá en el día a día de la gestión o qué tipo de concesiones tendrá que hacer el nuevo presidente para preservar la existencia de su Gobierno.

Porque Lambán, si mira a la derecha, no encontrará demasiados aliados. Al menos no con el discurso y las propuestas que ha puesto sobre la mesa durante el debate de investidura. Ni PP ni PAR ni Ciudadanos parecen dispuestos a aceptar nuevos impuestos; aunque en política territorial, con las comarcas en el punto de mira, el acuerdo es más plausible.

La precariedad numérica del pacto de la izquierda deparará momentos de inestabilidad. Lo advirtió ayer el PP y posiblemente tiene razón. Pero la situación en la que se encuentra la oposición conservadora tampoco es para tirar cohetes, sin líderes claros, con estrategias por definir y con unas elecciones generales a la vuelta de la esquina que podrían dejarlos todavía más tocados. Lambán es presidente. Esta es quizás la única certeza en este punto de partida. Por delante cuatro años para hacer política y para gobernar con más inteligencia y sentido común que nunca.