La milenaria vocación pactista de las Cortes aragonesas volvió a demostrarse ayer con las continuas alusiones al acuerdo político. Pacto fue la palabra más invocada por los grupos en la segunda sesión del debate de investidura, que se caracterizó por un duro cara a cara entre el presidente del PP, Luis María Beamonte, y el presidente aragonés, Javier Lambán. Un enfrentamiento dialéctico desmesurado, cercano al insulto, en el que se habló poco de propuestas y volvieron las acusaciones del y tú más propia de una acción política gastada y que empieza a sonar a antiguo en los nuevos métodos de hacer parlamentarismo.

Quedó evidenciado que el pacto entre el PSOE y el PP es más fácil en Madrid que en Aragón, donde ambos partidos evidenciaron su distancia. Ciudadanos y el PAR, en su vocación de partidos de Estado y su condición de bisagra, se ofrecieron para ampliar el demandado pacto de izquierdas y que se cuente con ellos. Los líderes de ambos partidos, Susana Gaspar y Arturo Aliaga, emplearon un tono crítico pero constructivo, y no tuvieron empacho en aplaudir las acciones que consideraron bien hechas.

PRESUPUESTOS

Al menos fueron menos hostiles que la portavoz de Podemos, Maru Díaz, que se estrenaba ayer tras la marcha de Pablo Echenique. Esta mantuvo la línea dura de su antecesor en su primer examen como portavoz y fue muy crítica con la acción, o según ella inacción, de un presidente al que acusó sin complejos de estar atrincherado. Dejó en el aire el apoyo de los presupuestos del 2018, a pesar de la mano tendida que le reclamó el presidente. Una mano que, por otro lado, es imprescindible para que Lambán pueda sacar adelante esas cuentas necesarias para cumplir los compromisos que adquirió el miércoles.

Un debate en el que no hubo, como suele ocurrir, ni vencedores ni vencidos. Ganaron todos según a quién se preguntaba. Todos satisfechos con el resultado, aunque tanto entre populares como en socialistas sorprendió la agresividad verbal de sus dos líderes, que mantienen una buena sintonía que no se demostró en la tribuna de oradores.

Patricia Luquin, de IU, se mostró abierta a pactar con el PSOE, un partido al que respeta cuando hace políticas de izquierdas y su intervención fue la más política de todas, reclamando un cambio económico, apostando por la economía social y el refuerzo de los servicios públicos. Luquin, que apoyó la investidura de Lambán, no tendrá reparos en afianzar un pacto más sólido con el PSOE siempre que este haga políticas de izquierdas. De momento, ese acuerdo parece lejano puesto que IU se opone a la aplicación del techo de gasto, requisito imprescindible -—advirtió Lambán-— para aprobar unos presupuestos. También Gregorio Briz, portavoz de CHA, apeló al pacto, a ampliar el existente y del que los nacionalistas forman parte.

Consideró que en cuanto acaben los procesos internos en el PSOE y Podemos, será el momento de revalidar el firmado el 13 septiembre del año pasado entre los cuatro partidos de izquierdas y que, hasta ahora, ha servido de poco, más allá de cambiar el sillón de la Presidencia de las Cortes. Por eso, Briz reclamó un pacto más sólido, que garantice los presupuestos del año próximo y permita hacer políticas progresistas. Todo lo contrario, añadió, beneficia a la derecha.

Beamonte debutaba como alternativa a Lambán y líder del partido más votado en las elecciones. Perdió una oportunidad de ofrecer alternativas al modelo de Lambán, al que tendió la mano para alcanzar pactos, sabedor de que estos son imposibles hoy por hoy.

Eso sí, antes de tenderle la mano, le dedicó una larga retahíla de adjetivos calificativos: distraído, doliente, errático, un problema para Aragón y los aragoneses, a los que ha atracado; un líder asfixiado y secuestrado por Podemos, aturdido, débil, impúdico, atormentado o sectario. Fueron algunas de las perlas de Beamonte, aunque su oponente no se quedó a la zaga y su primer minuto de réplica fue una sucesión de dardos lanzados directamente hacia Beamonte: «torpe, errático, contradictorio, rápido para el insulto, y líder de la derecha más rancia, porque, aludiendo a un verso machadiano, desprecia mucho e ignora todavía más».

Si a Beamonte le llamaba rehén de Podemos, este le replicaba diciendo que Rajoy era rehén del PNV. Si este le acusaba de ser un Gobierno débil, Lambán contraatacaba diciendo que Rajoy lo tenía peor. Para Beamonte, el discurso de Lambán es viejuno. En cualquier caso, ambos podrían llevarse el adjetivo ayer, como cuando se metieron en un infantil debate acerca de quién ganaba más elecciones municipales o quién había gobernado más en la diputación. De hecho, la intervención de ambos recordaba más a esa política clásica heredada de la vetusta institución provincial que la que hoy reclama una ciudadanía cansada de reproches e insultos que no aportan ninguna solución.

CONTRADICCIÓN PODEMISTA

Maru Díaz no se quedó corta en la crítica al Gobierno, lo que demostró la acertada definición de Lambán acerca de su Ejecutivo, que vive en una «inestabilidad estable», justo la que le otorga Podemos cuando decide si apoya o no apoya una acción de Lambán y su equipo.

Díaz ya advirtió de que seguirá la línea emprendida por la formación al inicio de la legislatura y no pondrá las cosas fáciles al PSOE. Sin embargo, y a pesar de afilar la crítica como cualquier partido de la oposición, mantiene en el poder a un Ejecutivo para el que no escatimó acusaciones.

Es por eso que ante esta situación todo el mundo habló de pactos. Estos serán imprescindibles este curso, y quedó claro que solo el de izquierdas será válido para este Gobierno. Ayer se atacó, especialmente por parte de Podemos y el PP que Lambán hablaba en clave de primarias y de proceso interno, a pesar de que en ningún momento este aludió a una cuestión que, indudablemente, preocupa a quien también es por el momento secretario general del PSOE. Ayer resistió, dentro de esa debilidad que él mismo admitió, los embates de la oposición. Lo que suceda en el futuro está por escribir.