Cuando cese la actividad industrial en la planta de Schindler en Zaragoza -paradójicamente el próximo 1 de mayo (Día del Trabajo)- una de las imágenes que quedarán en la retina de la plantilla será el llanto de algunos de los compañeros tras anunciarse el despido de 119 trabajadores, algunos de las cuales llevan media vida en la empresa. Son los efectos de la deslocalización, una herramientas que permite a las empresas reducir costes y adaptarse a las demandas del mercado.

En el caso de concreto de la plata de Zaragoza, Schindler se ahorrará más de dos tercios del coste salarial actual, ya que mientras un operario aragonés cobra alrededor de 1.700 euros mensuales netos, en Eslovaquia los sueldos rondan los 665 euros brutos (se puede llegar hasta 900), según refleja un portal de empleo del Este de Europa consultado por este diario y que oferta varios puestos para incorporarse a la fábrica del distrito de Dunajska Streda, a solo 50 kilómetros de Bratislava.

Schindler ha repetido hasta la saciedad que el ajuste laboral se aplica por razones organizativas y tecnológicas, no económicas. Imposible. Solo entre el 2015 y el 2017, el grupo cosechó unos beneficios superiores a 166 millones, lo que convirtió a la multinacional en una de las 10 empresas con más facturación de Aragón en la última década.

El grupo suizo se va también porque los mercados del Este de Europa y Asia atraviesan un buen momento. Y porque ganará más en Eslovaquia, donde montó una factoría en el 2012 que fue alimentando mientras se descapitalizaba la planta de Zaragoza.

TRASLADO DE PRODUCCIÓN

«Yo mismo he estado varias veces allí formando a los trabajadores de la planta» eslovaca, relata un trabajador a este diario que prefiere mantener el anonimato. Reconoce que no llegó a temer por el futuro del centro de Zaragoza hasta comprobar que en Eslovaquia se realizaban grandes inversiones. Mientras, los desembolsos de la compañía en el polígono Empresarium de La Cartuja brillaban por su ausencia. «Hace mucho que no se invierte aquí», afirma.

La multinacional planeó ejecutar en un rincón del Este de Europa una inversión de casi 30 millones (solicitó incentivos por 8,7 millones al gobierno eslovaco) para levantar una fábrica de componentes de ascensores (cabinas, puertas y piezas mecánicas) que replica a la de Zaragoza.

Por tanto, en los últimos años, algunos de los trabajadores de Zaragoza que se ven ahora en la calle, llevaron conocimiento, investigación y formación a Kostolne Kracany, un municipio del distrito de Dunajska Streda, que alberga una moderna factoría con 300 empleos. Y creciendo.

El propio presidente del comité de empresa, José Antonio Dieste, reconoció a EL PERIÓDICO que la multinacional vendió a la plantilla que era necesario replicar la producción en Eslovaquia y Zaragoza por lo que pudiera pasar. «Llevan como 5 o 6 años haciendo esto, pero creíamos en lo que nos decían», afirma. Pues bien, entre 2013 y el 2018 la factoría eslovaca pasó de facturar poco más de 600.000 euros a 80 millones.

El avance de la crisis económica y el declive de la construcción se dejó notar en Schindler Zaragoza, que a partir de entonces sufrió un ERE de suspensión (2009), una decena de despidos (2010) y traslados a Madrid (2011). La planta de Eslovaquia se puso en marcha un año después. Fue a partir de entonces cuando se fraguó una deslocalización a medio plazo. El 15 de enero la empresa anunció 119 despidos.