Los 8.995 inmigrantes que llegaron a Aragón en el primer semestre del año pasado igualan e incluso superan ligeramente los registros que se daban antes de la crisis, a finales del 2008, cuando fueron 8.957, unas cifras que, aunque habían ido creciendo en los últimos años, se dispararon a comienzos del pasado ejercicio, y ya lo hicieron al final del 2018, con otros 8.850. La paulatina recuperación económica es un factor importante en esta vuelta de los migrantes, aunque en este caso también la marca la intestabilidad y los conflictos internacionales. No tanto en Oriente Medio pero sí en América, ya que más de la mitad de estos recién llegados, 4.600, provenían de Centro y Suramérica.

Los datos hechos públicos por el Instituto Nacional de Estadística (INE) estos días reflejan un saldo migratorio de 5.474 personas, ya que algo más de 3.500 abandonaron la comunidad en el mismo periodo. Su llegada ayudó a compensar el saldo vegetativo negativo de la comunidad, en la que volvió a haber más defunciones que nacimientos, de forma que el incremento global de población se quedó en 3.811 personas.

NICARAGUA

Tomando como referencia el saldo migratorio (los que llegaron menos los que se fueron), Nicaragua es, con diferencia, el país desde el que más personas llegaron, quedándose en 1.359 en seis meses.

La inestabilidad política y social, y por tanto económica, en el país centroamericano, le ha convertido en un país emisor de migración de primer orden, y Aragón en particular, sobre todo Zaragoza, en receptor principal, dada la nutrida colonia de nicaragüenses que ya habita en la capital aragonesa. De hecho, como destaca el coordinador del Hermanamiento León-Zaragoza, José Antonio Maicas, se han convertido en la segunda comunidad extranjera con más presencia en la capital, solo superados por la rumana.

Su llegada masiva, eso sí, les está causando problemas. Como explican en la asociación, hay cierto colapso en los servicios sociales para la tramitación de ayudas de urgencia, de las que muchos dependen hasta que pueden regularizar su situación, y los trámites para pedir asilo como refugiados nunca se han caracterizado por ser rápidos.

Además, el perfil ha cambiado. Si antes venían madres con hijos con la idea de trabajar como empleadas del hogar internas (a menudo irregularmente), el perfil ahora a cambiado a familias enteras, huyendo ya no de la pobreza sino de la violencia, con otras expectativas. «Lo pasan mal para ubicarse», explicaba Maicas, quien además señalaba que muchos jóvenes se han encontrado con sus expedientes estudiantiles borrados en su país.

En general, pese a contar con una red de compatriotas más amplia que en otras nacionalidades, muchos de ellos no saben bien qué se van a encontrar. Un problema de expectativas que comparten con otros llegados por la inestabilidad en su país, los colombianos, la segunda comunidad más numerosa, con 865. Superaron incluso a los venezolanos, que fueron 587.

Según explicaba Fernando Baena, de la Asociación Colombia Unida, el problema es que muchos de sus compatriotas «vienen pensando en estar dos años, ganar dinero y volver», sin saber que hacen falta tres años solo para regularizarse. «No vienen bien informados, tienen trabajo pero no papeles», incidía Baena.

SECTORES

Aun así, normalmente acaban encontrando trabajo «en la construcción, limpieza o cuidado de ancianos», y se acaban encontrando a gusto. «Hay trabajo, sanidad y seguridad, y normalmente se acaban quedando. El aragonés es particularmente amable, por lo general», añadía el colombiano.

Tras los americanos, los más numerosos a principios del año pasado fueron los africanos, con 1.170 personas. Sobre todo marroquíes, 615, seguidos de los senegaleses. Los asiáticos llegaron casi de forma testimonial, 367, con 132 paquistanís y 108 chinos como nacionales destacadas, y el resto procedían de Europa.

Respecto a estos, llama la atención que, por primera vez en más de dos años, descendió el número de rumanos, que bajó en 248 tras haber llegado 985 pero marchado 1.223. Un colectivo que llevaba dos años de continuo crecimiento, interrumpido solo en este semestre. Gabriela Marginean, de la asociación Acasa, descartó que sus compatriotas estén regresando a su país, donde la situación sigue sin invitar al optimismo, y lo atribuyó a una fase puntual. «En el 2012, con la crisis, sí se fueron el 90% de los hombres, porque no había trabajo, pero ahora están viniendo, yo lo veo con los alumnos con los que trabajo», exponía.