«Entras en las plataformas de alquiler y es una locura. La mitad del salario se te va en el piso tranquilamente, aunque sea compartido», afirma Pablo Menéndez, un joven de 25 años que reside en Zaragoza y que se encuentra en plena búsqueda vivienda para emanciparse junto a su novia. La estimación que realiza no resulta exagerada si se atiende a los datos que maneja el Consejo de la Juventud de España (CJE), organismo que apunta que, en Aragón, el coste del arrendamiento supone el 60% del sueldo de los jovenes.

Su historia en esta ciudad comienza cuando se desplazó hace años al domicilio de unos familiares para cursar sus estudios. Tras concluirlos y realizar prácticas, Pablo ya ha encontrado un contrato indefinido, lo que le ha permitido dar el paso hacia la emancipación. «Te sacas la carrera, el máster, 50.000 títulos... te buscas trabajo y, si tienes suerte, ya te independizas. A mi me ha corrido más prisa porque ya tengo pareja y quiero hacer mi propia vida», resume.

Muchas ganas

No está resultando un periplo fácil para este joven y su novia hallar una vivienda que se ajuste a sus necesidades, puesto que un piso, ahora mismo, resulta caro «incluso de estudiantes». Relata que el precio ronda los 650 euros, un importe al que hay que añadir «agua, luz, comida... un montón de gastos. Está muy complicado», subraya mientras se acuerda, ahora que ya tiene empleo, de aquellos jóvenes que todavía estudian o tienen un contrato de becario: «¿Qué vas a hacer?», se pregunta acerca de la situación de estos, en la que considera casi imposible que encuentren una vivienda que no sea compartida en su situación.

Así, relata que «ahora» puede independizarse, una vez ha conseguido un contrato fijo. «Llevo un mes o dos buscando piso, pero los que son mas decentes se van de precio», lamenta. Por todo ello, comienza esta nueva etapa «con un montón de ganas» porque nunca antes había vivido solo: «Nunca antes he pasado por esa experiencia, ni siquiera con compañeros de piso; siempre he vivido con mi familia», indica. Por todas estas razones, considera oportuno que, de alguna forma, desde las instituciones apoyaran más la emancipación juvenil.

El relato de Pablo coincide en sus aspectos esenciales con el de Inés Escario, una joven de 27 años que está a punto de irse a vivir sola a su nueva casa, después de compartir piso durante años en la capital aragonesa. «Como soy de un pueblo muy cercano a Zaragoza, viví con mis padres durante el periodo universitario. Mi primera experiencia de emancipación fue en tercero de carrera, de Erasmus en Bélgica», explica. «Estaba en un piso de dos personas y tras pasar ese año me di cuenta de lo que costaba a los padres mantener a un hijo», afirma sobre ese periplo.

«Una vez que acabé la universidad me fui a trabajar fuera y, como lo hacía en hoteles, tenía cubierto el alojamiento y la comida. De vuelta a Zaragoza fue cuando descubrí lo que cuesta pagar un alojamiento para un joven por su cuenta. Con 25 años no me podía permitir vivir sola y pasé a hacerlo con compañeros de piso», describe, mientras considera «difícil» hallar viviendas económicas. «Aproximadamente se me llevaba un 20-30% de mis ingresos una habitación», estima.

La etapa que comienza ahora, una vez que su situación profesional ha mejorado, la afronta «con mucha ilusión». Sin embargo, recuerda: «Es muy dificil si no tienes, sobre todo, un puesto de trabajo estable. Si no tienes un salario mileurista, el alquiler se te lleva una parte importante del sueldo».